La imagen de los gigantes tecnológicos en primera fila durante la asunción de Trump revela una nueva alianza que amenaza la democracia y los derechos digitales. ¿Estamos ante el nacimiento de un tecnofeudalismo autoritario?
Por Prof.Javier Romero
La imagen de los titanes tecnológicos sentados en primera fila durante la ceremonia de asunción de Donald Trump en enero de 2025 no es solo una fotografía más; es el retrato de un cambio de era.
Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai, los hombres más ricos e influyentes del mundo digital, ocuparon lugares privilegiados incluso por encima de altos funcionarios del gabinete.
Esta escena simboliza la consolidación de un nuevo orden donde el poder tecnológico y el político se fusionan de manera sin precedentes.
El giro más dramático en este nuevo panorama lo protagoniza Mark Zuckerberg. El fundador de Facebook, ahora Meta, ha realizado cambios radicales en las políticas de moderación de contenido de sus plataformas, siguiendo los pasos de Elon Musk en X (antes Twitter).
Zuckerberg eliminó el programa de verificación de datos y relajó las restricciones sobre discursos de odio, argumentando que estas medidas estaban “demasiado politizadas”.
Este cambio no solo representa un giro de 180 grados respecto a sus políticas anteriores, sino que también refleja un alineamiento con la visión de Trump sobre la libertad de expresión en las redes sociales.
Los cambios en Meta son profundos y preocupantes. El concepto de “discurso de odio” ha sido eliminado de las normas comunitarias, reemplazado por el término más ambiguo de “conducta de odio”.
Esto abre la puerta a descalificaciones, generalizaciones despectivas e insultos basados en grupo, género u orientación sexual, todo bajo el pretexto de permitir el “debate político”.
La justificación ofrecida por Joel Kaplan, director de Asuntos Globales de Meta, es reveladora: “No está bien que se puedan decir cosas en la televisión o en el pleno del Congreso, pero no en nuestras plataformas”.
Este giro no es un hecho aislado. Elon Musk, quien adquirió Twitter (ahora X) en 2022, ya había implementado cambios similares, permitiendo la publicación de contenido sin verificación y relajando las normas contra la desinformación y el discurso de odio.
La convergencia de estas políticas en las principales plataformas de redes sociales dibuja un panorama sombrío para el futuro de la comunicación digital y, por extensión, para la sociedad en su conjunto.
Los expertos advierten sobre las graves consecuencias de estas decisiones. Alexios Mantzarlis, director de Seguridad, Confianza y Protección del área tecnológica de la Universidad de Cornell, predice un aumento del acoso, el discurso de odio y otros comportamientos dañinos en plataformas utilizadas por miles de millones de usuarios.
El Centro para la Resiliencia de la Información califica estos cambios como un “gran paso atrás para la moderación de contenidos en un momento en el que la desinformación y el contenido dañino están evolucionando más rápido que nunca”.
El impacto de estas políticas se extiende más allá del ámbito digital. La economista Cecilia Rikap señala que estos cambios representan una alineación entre poderes, donde los líderes tecnológicos buscan el favor del gobierno para evitar regulaciones y mantener su dominio global.
Esta fusión de poder económico y político plantea serias preocupaciones sobre la concentración de influencia en manos de unos pocos individuos y corporaciones.
¿Se avecina un nuevo mundo? Sin duda, pero la pregunta crucial es: ¿qué tipo de mundo será?
Las tendencias actuales apuntan hacia un futuro donde la línea entre la libertad de expresión y el discurso de odio se difumina peligrosamente, donde la desinformación puede propagarse sin control y donde el poder se concentra cada vez más en manos de unos pocos magnates tecnológicos alineados con líderes políticos autoritarios.
Este panorama plantea desafíos significativos para la democracia, la equidad social y los derechos humanos. La normalización de discursos xenófobos, homofóbicos y aporofóbicos en las principales plataformas de comunicación puede exacerbar las divisiones sociales y fomentar la discriminación.
Además, la concentración de poder en manos de unos pocos actores tecnológicos y políticos amenaza con socavar los principios democráticos y la diversidad de voces en el espacio público.
Sin embargo, el futuro no está escrito en piedra. La sociedad civil, los reguladores y los usuarios conscientes tienen un papel crucial en contrarrestar estas tendencias.
La educación digital crítica, el desarrollo de plataformas alternativas basadas en principios éticos y la presión por una regulación efectiva de las grandes tecnológicas son caminos posibles para resistir esta deriva autoritaria y tecnofeudalista.
En última instancia, el futuro que se avecina dependerá de nuestra capacidad colectiva para enfrentar estos desafíos.
Si bien el panorama actual parece sombrío, también representa una oportunidad para reafirmar valores democráticos, promover la diversidad y la inclusión, y reimaginar un ecosistema digital que sirva verdaderamente al bien común.
El desafío es grande, pero la alternativa de no hacer nada podría resultar en un futuro aún más oscuro del que ahora vislumbramos.
Fuente: En Orsai
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