FM Chalet dialogó con Ezequiel Ipar   Sociólogo , investigador del Conicet y director del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), quien realizó un análisis de los discursos de odio y violencia que utiliza el presidente Javier Milei y sus funcionarios, como medio herramienta de ejercer el poder. Ser cruel está de moda entre los seguidores libertarios, desacreditar, insultar públicamente y por redes sociales con el ejército de trolls gubernamentales que atacan a todos y todas los que piensen de otra manera.

¿Cuales son los objetivos principales de utilizar mensajes crueles y estigmatizantes desde el gobierno nacional?

“Mira, los objetivos cuando estos discursos circulan en, vos lo mencionaste, en las redes sociales, en la comunicación, llamémosle las campañas políticas, son, digamos, construir un tipo extraño de legitimidad social, y digo extraño porque es una legitimidad, o sea, es buscar adhesiones a partir de la promoción del sufrimiento de algún grupo de conciudadanos, porque esa es la crueldad finalmente, regocijar, de obtener placer del sufrimiento del otro, inclusive cuando ese sufrimiento se lo imprime el propio sujeto cruel. Ahora, eso es cuando vos estás en la etapa de campaña política, es un problema, es contemporáneo y sería como un tema de discusión. Ahora, pasás a otro tema de discusión cuando esta crueldad se transforma en ideología de Estado. Es decir, cuando alguien que tiene una autoridad pública,alguien que debería estar preocupado por el bien común, es decir, porque las personas no sufran, bueno, cuando desde ahí se empieza a usar discursos y prácticas crueles, porque también hay prácticas como esto de renocijarse con el despido de empleados, hacer sufrir y promover ese hacer sufrir como parte de la publicidad oficial, bueno ahí estás como en otra serie de problemas y bueno lamentablemente nosotros como país entramos en esta segunda categoría que tenemos autoridades públicas que parecen querer usar discursos y prácticas crueles como estrategia política”.

¿Este tipo de mecanismos ya fue utilizado en otros países como por ejemplo el Brasil de Bolsonaro o en Estados Unidos de Trump?

“Por supuesto, o sea, si lo querés ver como originalidad, tampoco tenemos originalidad, digo originalidad en relación al último, como a la historia muy reciente, porque vos tendrías como dos antecedentes muy claros, Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos. Ahora, cuando uno dice esto, enseguida, al mismo tiempo hay que reponer que de todos modos es excepcional como, digamos, como forma de ejercicio del poder en una democracia. O sea, por eso son dos casos, Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos, y no son 50 casos, ¿sí? Entonces, Pero Trump era como una especie de… tenía un estudio de posgrado en este tipo de estrategias. Tenía asesores, como estos que después se hicieron como muy famosos. Hicieron esa estrategia medio con, digamos, con una campaña de internacionalización. Entonces Trump era un maestro en eso. Bolsonaro después copió algunas cosas y lamentablemente vemos que ahora nuestro presidente sigue por esa vía que siempre combina la agresividad, la noticia falsa, el estruendo comunicativo, o sea, se busca llamar la atención, pero con lo que se busca llamar la atención tiene un sustrato de crueldad del que no nos podemos desentender”

Uno lo compara pero al menos tanto Bolsonaro y Trump fueron nacionalistas, aquí tenemos un cipayismo explicito

Sí, ahí después podés ver con qué ideología económica, llamémosle, o con qué modelo de ejercicio de la soberanía nacional se ejerce esa ideología de la crueldad. De todos modos, yo resaltaría lo que tienen en común, porque vos fijate que, aún cuando vos decís esto, efectivamente, Bolsonaro, por ejemplo, hacía sus manifestaciones como embanderados en la bandera de Brasil, y en Estados Unidos con Trump estaba esa idea de América primero, pero tampoco hay que engañarse cuando, digamos, nacionalismo de Trump, por ejemplo, también era extremadamente permisivo para determinadas formas de políticas empresariales que reducían derechos de los trabajadores, a veces reducían derechos de los grupos más frágiles de los trabajadores norteamericanos, y Trump en muchos casos se jactaba de eso, se jactaba sobre todo cuando era la población negra, se jactaba cuando eran inmigrantes, pero bueno, hay como una combinación entre esta ideología de la crueldad y una cierta ideología económica en la que tal vez encontraríamos coincidencias también entre Trump, Bolsonaro y Milley, a pesar de la diferencia que vos marcaste, que sin duda es así”.

¿Cuál es el límite, o cuál pensás que es el límite de tanta agresión desde las redes sociales y desde el mismo gobierno? Porque uno a veces dice, ¿hasta qué punto será necesario tolerar o ser tolerante? ¿Y cuál es el rol también de la sociedad argentina? ¿Hasta qué punto tolerará tanta crueldad.

Mirá, en filosofía se ha hecho como una paradoja, ¿no? La paradoja de la tolerancia, que hace a una persona que quiere… perdón, expandir el valor de la tolerancia frente a los intolerantes, y sobre todo cuando esa intolerancia es muy grave, y nosotros estamos en un caso, lo decíamos antes, cuando se ejerce de los poderes públicos. Mirá, ahí hay como una especie de pequeño aprendizaje histórico que podemos hacer. Y de vuelta, con estas experiencias que mencionábamos de Trump y Bolsonaro, la verdad, en esos dos casos, si uno cree que estas figuras pueden, digamos, dialogar y reflexionar para ponerse a sí mismas un límite, en esos dos casos se demostró que eso no funcionó. Es decir, vino de afuera. En el caso de Bolsonaro fue la justicia, digamos, el poder judicial, y en el caso de Trump, vos viste que la cosa llegó hasta el promover una movilización violenta, terminó tomando el Parlamento, claro, bueno, ahí también tuviste poderes públicos que tuvieron que poner un límite. Recordáte, cuando fue lo de Trump, las propias plataformas de las redes sociales, me refiero a Twitter y Facebook en ese momento, recordá que le suspendieron la cuenta, o sea, tuvo que tener ese límite, como si dijeras, ni siquiera era un límite jurídico, pero era un límite de la regla de uso y de protección de los usuarios de Twitter y Facebook, que le tuvo que suspender la cuenta, porque bueno, era alguien que en ese momento, que ya había muertos, seguía agitando manifestaciones violentas. Entonces, hay que pensar un poquito cómo se construye social e institucionalmente, y ahí tienen un papel los poderes públicos, el resto de los representantes de la ciudadanía, los medios de comunicación, digamos, cómo desde afuera se construye ese límite para este tipo de estrategias políticas y personajes de extrema derecha, que sin duda en este punto, el de la crueldad, la violencia, el autoritarismo, bueno, sin duda nos van a plantear un montón de desafíos”.

Ezequiel, te hago una pregunta, hoy por hoy, ¿importa? Porque de pronto parece que no importara si fuera verdad o fuera mentira, porque de última importa crear, crear algo y que esa propia creación virtual en una red social importaría mucho más que la propia verdad, es decir, hoy por hoy está en juego eso también, ¿no?

“Totalmente, y efectivamente vos marcás un camino de cómo funciona esta publicidad también, porque por un lado es cruel por convicción, por ideología, pero también es cruel, y esto es trágico, porque te habla un poco de la sociedad, es cruel por estrategia publicitaria, o sea, porque busca llamar la atención y sabe, mejor que busca llamar la atención, sabe que va a lograr llamar la atención con ese tipo de discurso cruel. Entonces, eso cuando decís importa o no importa, te habla un poco de dónde está por lo menos una parte de la sociedad civil. Bueno, de vuelta, lo que habría que tratar es, nosotros por ejemplo tenemos una fecha muy importante, el 24 de marzo, habría que tratar de reconstruir la sensibilidad moral de la sociedad civil para que se dé cuenta de que importa, porque es un poco la base de una sociedad democrática, el que ningún ciudadano se puede poner alegre, ni puede gozar, ni puede extraer placer del sufrimiento de otro conciudadano. Eso es como una base de la vida democrática. Nos apenamos si otro conciudadano la pasa mal, aunque después no sea parte de cosas que tendrá su problema, que tal vez son difíciles de resolver, el sufrimiento de los otros. Pero nunca extraer placer de eso, nunca extraer como un regocijo. Entonces ahí hay que fortalecer esa sensibilidad moral, que es la que te orienta de otra manera en la relación con los otros, no a sentir placer de que otro la está pasando mal”.

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