Por decisión del organismo comandado por Karina Milei, los agentes de casa militar impidieron a los periodistas cubrir la reunión de Guillermo Francos junto a gobernadores.
Por Tatiana Scorciapino/ Tiempo Argentino
En el país más libre del mundo, donde reinan la convivencia pacífica y los buenos modos, esta mañana los y las periodistas acreditados en Casa Rosada fueron impedidos de realizar sus tareas en su lugar de trabajo. Por una decisión inconsulta y unilateral del Gobierno nacional que comanda Javier Milei, los profesionales fueron notificados mediante agentes de Casa Militar sobre la imposibilidad de permanecer en el Patio de Palmeras para realizar una guardia periodística, una actividad elemental para el ejercicio de la profesión.
Para las 11 de este día, el jefe de gabinete, Guillermo Francos, tenía pautada una cumbre con gobernadores, un evento más que importante para el desarrollo de un gobierno que debió seducir a mandatarios ajenos para lograr imponer su modelo político. Con el nivel de trascendencia del caso, los trabajadores de prensa se apersonaron en la puerta que divide la entrada de la explanada de la casa de gobierno, por donde suelen entrar las visitas de mayor contundencia política, del resto de los mortales que circulan por el famoso patio.
En ese mismo momento, un malón de agentes de Casa militar se apersonaron para impedir la presencia en el lugar, una práctica avalada por las nuevas disposiciones para la circulación de la prensa dentro del edificio. Pese a no haber incumplido ninguna norma de buen comportamiento, la seguridad presidencial, apoyada por la dirección de prensa y comunicación del jefe de gabinete, echó a los periodistas que se encontraban en el lugar, impidiéndoles ejercer su trabajo y poniendo en riesgo el cumplimiento de acuerdos entre privados que los profesionales tienen con los jefes de sus respectivos medios.
Esta, sin embargo, no fue la primera vez. Este jueves, por la tarde, el jefe de gabinete y el ministro de Economía, Luis Caputo, participaron de una reunión en el Salón de Científicos, ubicado a metros de la Sala de Periodistas en la planta alta de la casa de gobierno. Una práctica habitual del trabajo diario en la Rosada implica la posibilidad de esperar en las puertas de ciertas oficinas a que el funcionario termine su reunión y cuente, a cuenta gotas y usualmente en off the record, parte del contenido. Un código de supervivencia entre periodistas y fuentes habitual en cualquier gobierno. Menos en este.
Antes de que finalizara aquella cumbre, los periodistas que se encontraban esperando a los ministros fueron echados por los agentes de Casa militar. Los jóvenes, que no cuentan con portación de armas ni forman parte de las fuerzas policiales, no sólo desalojaron la zona con un operativo de seguridad digno de una película de Hollywood, sino que además cercaron a los presentes obligándolos a retroceder. A tal punto, que el periodista Gustavo Abu Arab siquiera pudo salir del baño que se encuentra en el pasillo, un bloqueo de la circulación sin precedente alguno.
La seguridad del presidente, sintetizada en estos agentes, está a cargo de Sebastián Ignacio Ibáñez, quien a su vez reporta con estricta regularidad a las órdenes de la secretaria general de la presidencia, Karina Milei. Indiscutida jefa política de la gestión libertaria, la menor de los Milei comparte con su hermano el desprecio por la prensa, con énfasis en los acreditados en Casa Rosada, a quienes encuentra un estorbo para el funcionamiento diario del ejercicio de poder. Con limitaciones que fueron in crescendo, la titular de La Libertad Avanza, incluso, dispuso una custodia frente al despacho del asesor presidencial, Santiago Caputo, con quien mantiene un vínculo cada vez más tirante.
Como dio a conocer este medio meses atrás, aquella avanzada formó parte de un nuevo capítulo en la interna que sostienen los otros dos vértices del Triángulo de Hierro. Dueño de la lapicera rosquera del gobierno, Caputo recibe a diario un sinfín de funcionarios y dirigentes -propios y ajenos- con los que se reúne para continuar ampliando la base política de una gestión con escaso territorio.
Sin cámaras alrededor, decisión unilateral que se tomó desde adentro, la única manera de estar al tanto de los incesantes movimientos del despacho donde se cocinan gran parte de las medidas del Gobierno es estando ahí mismo. Por esto, la hermanísima ordenó montar guardias rotativas de jóvenes agentes de seguridad para controlar la zona, otra imposición que dificulta el trabajo de la prensa acreditada cuyo significante descansa en la posibilidad de ver lo que otros miles no pueden. Un privilegio cuyo uso está siendo limitado por las propias personas que habilitan la presencia de periodistas en la Casa.
PERIODISTA MENTIROSOS
Había creído que una gran parte del periodismo había llegado a su máxima expresión como basura mentirosa con el tratamiento de la reducción de la pobreza.
Me equivoqué. Me quedé corto.
Se han superado diciendo que amenacé al campo y se fueron al carajo…— Javier Milei (@JMilei) April 19, 2025
El desprecio de Casa Rosada a la prensa
La actitud de desprecio hacia la prensa es poco novedosa. Sobran ejemplos de tuis y declaraciones del presidente menospreciando a periodistas y comunicadores. Sin embargo, las bravuconadas del primer mandatario no se extralimitan únicamente al espectro digital, donde gusta pasar largas horas de sus días. En las últimas semanas, Javier Milei dispuso que una fila de granaderos lo escolte al entrar y salir del edificio. Una especie de muralla humana que impide la visión de quien se encuentra haciendo su trabajo del otro lado del vidrio que delimita el Salón de los Bustos -por donde ingresa el presidente- y el Patio de Palmeras.
La presencia en ese punto de la Casa es estratégica, ya que es la forma más fidedigna de saber quién visita el edificio, hacia qué despacho se dirige y, en el mejor de los casos, se obtiene una declaración que pueda cambiar el rumbo noticioso y político del día. Cualquiera que lo ejerza sabe que la permanencia, en el periodismo, hace la diferencia.
La limitación de la circulación es una constante que quienes forman parte del afortunado grupo de acreditados empiezan a padecer con cada vez más frecuencia. En una era donde la ética, la moral y el ejercicio del buen periodismo están en jaque, la presencia de comunicadores que ejercen su trabajo con pasión y profesionalismo es clave para avanzar a una etapa de más y mejor información. Al fin y al cabo, esa es la verdadera libertad.
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