La iniciativa multilateral en el marco del G20 fue apoyada por 80 países y en coherente con la Agenda 2030 de la ONU. Se diseñará una estrategia común para combatir la hambruna y la pobreza en el mundo.
Tal vez sea oportuna la frase: no aclare que oscurece. El gobierno argentino, en el marco de su participación en el G-20 decidió formar parte de la Alianza Global contra el Hambre, que fuera auspiciada por Luiz Inácio Lula da Silva. Pero los voceros del gobierno, de inmediato, salieron a realizar aclaraciones respecto de la sugestiva adhesión del presidente Javier Milei a una iniciativa de carácter social y solidario que presentó su colega brasileño, al que tanto desestimó, y con el que tuvo un muy frío encuentro en la apertura del cónclave de Río.
Esa intención de desmarcarse se advierte claramente en el documento que se publicó poco después de la sesión. “La República Argentina, expresando la voluntad democrática de su pueblo, se compromete a luchar contra el hambre y la pobreza mediante reformas de mercado que, además de su probada eficacia para alcanzar el doble objetivo de esta Alianza, respeten la igualdad de derechos de todos los individuos”. Luego asegura que se “suma a esta Alianza Global recordando, de conformidad con su Documento Inicial, que ofrece un “enfoque de canasta de políticas (…) que no implica la aprobación colectiva de instrumentos o programas de políticas específicos”. También sostiene con énfasis que entre las opciones de políticas disponibles se contemplan enfoques impulsados y orientados por el mercado”.
La Alianza Global contra la Pobreza auspiciada por Lula se basa en términos que coinciden, contemplan y superan los argumentos que se utilizan en la ONU para la agenda 2030 que tanto denostó el gobierno argentino.
Ante esa contradicción, el entorno de Milei extremó los esfuerzo para disimular lo indisimulable.
Fuente: Tiempo Argentino
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