El historiador Bernardo Carrizo y la docente de historia, Nidia Kreig, cuentan cómo se vivió el 2 de abril de 1982 en la ciudad de Santa Fe.

El historiador Bernardo Carrizo y la docente de historia, ya jubilada, Nidia Kreig repasan cómo se vivió el 2 de abril de 1982 en la ciudad de Santa Fe. La historia vuelve para interpelar el presente al momento de recordar el desembarco del Ejército nacional en las Islas Malvinas, en una fecha cara para el sentimiento de los argentinos.

Carrizo remarca que la ciudad de Santa Fe, al ser capital de provincia, históricamente fue centro político del territorio. “Eso es significativo porque al ser la ciudad la capital de la provincia es el lugar de amplificación de cualquier tipo de acto o acción política. La denominada en aquel momento Operación Rosario, que es el nombre que las Fuerzas Armadas otorgan a la estrategia de desembarco y ocupación de las Islas, es una acción militar que se desenvuelve en la madrugada del día 2 de abril”, sostuvo.

“Las primeras noticias –recordó– llegaron en los informativos de las 6 de la mañana, bastante imprecisos; sin embargo al mediodía de ese 2 de abril en en la Plaza de Mayo de la ciudad de Santa Fe hubo una convocatoria espontánea de ciudadanos. Pero, además, a las 11.30 o 12, hubo un desfile de cadetes de la división Militar General Belgrano y de tropas con radicación en la ciudad capital”.

Carrizo hizo hincapié en el lugar elegido. “La 25 Plaza de Mayo, además de ser eso, es un lugar de concentración de la actividad política, de actividad comercial, sabemos que está el colegio Inmaculada en uno de sus laterales, cerca de donde inicia la peatonal San Martin; es un lugar de tránsito constante”, dijo.

Luego analizó: “Esa combinación de desfile, en acompañamiento simbólico y explícito de la acción militar llevada a cabo, con la concentración de ciudadanos y ciudadanas en la plaza y, a su vez, el gobernador de ese entonces, Roberto Casís, que es un civil puesto por la dictadura da un breve discurso en la puerta de la Casa de Gobierno. Después sale, desciende las escalinatas de la Casa de Gobierno y se abraza junto con las autoridades militares y la ciudadanía que estaba allí gritando «viva la patria». Entonces hay claramente un consenso que se explicita en estas acciones, en las frases que se formulan, pero que en otros ámbitos de ese mismo día y esa misma mañana, se desarrollan paralelamente sin planificación aparentemente”.

“Ese día la actividad escolar de escuelas primarias o secundarias, que inicia según la institución 7.30, 7.45, está atravesada por la novedad. Es decir, el universo de los estudiantes ingresa a las instituciones, son recibidos como siempre por los directivos, los docentes las maestras lo cual quiere decir que, por ejemplo, el acto de izar la bandera como rutina escolar, las primeras palabras que dice el director o directora o la profesora o docente que les toca”.

Las escuelas siempre fueron el lugar de construcción de la conciencia histórica. Es el lugar de los ritos, es el lugar del uso del pasado, de la enseñanza de la historia, es el lugar de la construcción de cierto ideal de política y ciudadanía. Ese 2 de abril fueron lugares donde se amplificó ese fenómeno“, aseguró y amplió: “Por lo tanto, si yo tuviera que sacar conclusiones rápidas, sin caer en el caso bonaerense que siempre amplifica mucho más, la ciudad de Santa Fe como capital de provincia, obviamente fue atravesada de forma absoluta por la novedad de la guerraY mostró un consenso explícito. No es solamente un consenso de la acción de quienes participaron de estos actos: la prensa empezó a reflejarlo también”.

En ese punto recordó que la prensa radial y la prensa escrita lo hicieron recepcionando mensajes de gremios, instituciones patronales, partidos políticos, clubes, asociaciones civiles en general, en donde manifestaban con un breve comunicado su adhesión a la ocupación.

“Las frases que se escuchaban ese día fueron dos o tres más o menos parecidas: «Viva la Patria», «Fin del Colonialismo», «Recuperación de las Islas Perdidas». Esas tres frases con distinta pronunciación, distintos enunciadores, distintos lugares, homogeneizaron el clima social de ese momento. Y hasta hay detalles que uno puede reconocer. El día 2 de abril, el día 3, cuántas niñas nacidas esos días o en los siguientes fueron bautizadas con nombres que remiten a las islas. Bautizadas con el nombre Malvina, con el nombre Soledad, o María Soledad, que remiten precisamente a las islas. Es decir, no solamente hay acciones del mundo público, del mundo de la ocupación de la calle, sino que hay hasta decisiones privadas, porque el nombre que se da a una hija o un hijo es una decisión de la familia; sin embargo estuvo atravesado también por esa novedad del inicio de la guerra el 2 de abril.

Y agregó: “Es difícil tener un termómetro fiel del desarrollo de los acontecimientos. Yo lo que podría decir sin temor a equivocarme, es que la algarabía del 2 de abril es una algarabía que continuó pero continuó mucho de la mano de los medios de comunicación de distinto rango: a nivel nacional con la televisión, a nivel provincial o urbano, con la radio, la televisión y los periódicos”.

Por su parte, Nidia Kreig, profesora de historia jubilada y feminista, que estaba en funciones en esa época. “Malvinas me hace acordar a la inundación del 2003. Para quienes nos inundamos, yo vivía en Recreo y me fui al Sindicato de Amas de Casa al que pertenecía, que éramos un centro de auto evacuados y el tercio de la ciudad estaba devastada, destruida. Y el resto seguía su vida normal. Había fútbol, había teatro, actividades. Exactamente es lo que pasó con Malvinas. El país no estaba en guerra. No había simulacros, no había bombardeos nocturnos, los espectáculos funcionaban como siempre”.

“El escenario de guerra estaba en el sur. Por eso el sentimiento de la guerra es diferente en el sur del que podemos tener nosotres. Por más que seguíamos todas las noticias de Malvinas en los diarios, en la radio, pero no había una afectación en la vida cotidiana salvo que seas pariente de un combatiente o veteranos o veteranas. Pero no había una sensación de que estábamos en guerra, las clases seguían. No era un escenario de guerra, por lo menos como se ve en una versión cinematográfica, de lo que puede ser un bombardeo o todo lo que implica una guerra. En eso conecto con lo que pasó en la inundación del 2003. Eso le pasó a una parte de la ciudad, al resto no. El resto tiene la memoria débil. Lo mismo pasó con las Malvinas”, aseguró.

“Malvinas siempre fue una herida abierta, fundamentalmente para la gente de mi generación”, dijo la docente jubilada y agregó: Todo el mundo decía «pero cómo puede ser si estamos en plena dictadura, venimos del paro del 30» y sale a la calle. Y creo que no era una loa a ese gobierno o a Galtieri, sino que era la expresión del pueblo. No como una reivindicación de la dictadura sino hacia algo que estaba ocurriendo que es el sin sentido a veces, es algo de la memoria y de la identidad, que van de la mano, juntas. Y que a veces no pasa por la razón, sino por los sentimientos”.

“Es algo que uno sabe que te robaron una parte tuya, y que vino una potencia imperial y te la sacó. Es Maradona gritando que el que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón y haciendo el gol con la mano. Es muy difícil explicar un sentir, una emoción. Malvinas es eso. Creo que nos debemos una charla profunda sobre Malvinas como sociedad. Con lo bueno y lo malo, ¿qué significa Malvinas?”, se preguntó Kreig.

La ciudadanía y los familiares de combatientes

Carrizo también marca diferencias y asegura que no es lo mismo la ciudadanía en su conjunto que las familias cuyos hijos estaban o “en una acción claramente de invasión, que estaban en las islas, o que estaban siendo preparados en la eventualidad de tener que incorporarse al combate”.

“Tengamos en cuenta –contextualizó– que el servicio militar era obligatorio, no era una decisión. Y no es lo mismo una hipótesis de combate que el combate. No es lo mismo defender la Patria hasta morir como juramento en el marco del ARA 121 o en una base militar equis, que decir «Viva la patria» y luchar hasta morir por ella, cuando hay una guerra. Entonces eso como la lente de una cámara abre o amplifica la imagen porque el combate estaba en la hipótesis cercana. Y esto a las familias que tenían hijos bajo bandera las atravesó absolutamente”.

“La hipótesis que uno podría llegar a pensar es el miedo de las familias frente a la posibilidad de combate inminente de sus hijos. Sin embargo en la mayoría de los casos eso no era visto con temor, eso era visto como la consecuencia inevitable del nacionalismo de que hay que ofrecer a los hijos por la patria. Decirlo esto hoy, a casi 41 años de los combates del 82, parecería que está fuera de contexto, pero no hay que mirar los acontecimientos a partir de sus resultados sino en el momento de su construcción, de su concreción“, argumentó.

“En el momento del 2, del 3, del 10 de abril hasta la rendición, la expectativa de combate no necesariamente era vista como un temor para las familias. Era visto como lo necesario que había que hacer”, dijo y agregó: “Después de la derrota, el regreso silencioso y las enfermedades físicas, psíquicas y los traumas que la guerra genera obviamente que las familias lo elaboran de otra manera. Porque ya pasó la euforia nacionalista. Ahora el trauma es vivido por el combatiente, el excombatiente, y su familia, en donde tiene que intentar resolver eso. Qué hacemos con el trauma cuando el Estado ahora se retiró. El Estado condujo a la guerra de la mano de la junta militar pero el trauma es un trauma vivido por la familia y por el excombatiente. Algo así como que el trauma es tuyo. La guerra fue nuestra, pero el trauma ahora es tuyo. Tuyo y de tu familia que ahora va a intentar resolver qué hacemos con eso. Y eso para mí es la gran herencia”.

“En un momento la seguía muy de cerca el número de caídos en combate y el número de suicidios posterior a ese fin de la guerra y las cifras se fueron acercando. A uno le queda en la cabeza la cantidad de muertos en combate. ¿Cuántos muertos hubo por suicidio, por enfermedades como consecuencia de la guerra y que luego terminan muriendo? Esas cifras cada vez se van acercando más en cuanto a su carga numérica“, señaló.

El final de la guerra

Luego Carrizo propuso una manera de pensar el final de la guerra. “¿Cómo se vive la derrota?, ¿cómo se vive el fin de una ilusión sostenida por el nacionalismo que iba de la mano de derrotar al enemigo inglés, dar corte al imperialismo, finalizar con la opresión extranjera? Se mezclaban muchas representaciones. Generalmente las derrotas se viven en silencio. Y cuando se habla de silencio en un fenómeno social, como fue la guerra, es un momento en donde eso entra en un proceso que yo lo llamaría privatización. Es decir, el silencio se vive hacia adentro. Es un silencio que si bien es social, porque se habla poco, porque en todo caso la sociedad comienza a experimentar qué es ser derrotado por un superior militarmente hablando, qué implica. Hay una canción de Queen que habla de cómo una sociedad muerde el polvo y la derrota. Cómo muerde el polvo y la derrota viniendo de una euforia y un fogoneo desde el nacionalismo. ¿Cómo se reconstituye eso?”, se preguntó.

En ese sentido añadió: “Ahí se rompen todas las ilusiones. La ilusión de ganar la guerra, la ilusión de ser conducidos a un triunfo por un gobierno militar, la ilusión que el triunfo militar implicaba ser un mejor país, la posibilidad de que el triunfo militar y ser un mejor país ubicara a la Argentina en otro lugar del contexto internacional”.

“En Santa Fe yo diría que, como en el resto del país, el silencio fue predominante o, en todo caso, la aceptación resignada. Las emergencias de cierta actitud de insatisfacción, de desánimo y de no saber qué hacer tiene que ver con lo que dije antes. Qué se hace con un excombatiente, que ahora está en su casa, que fue prácticamente expulsado por el Estado que lo reclutó y que ahora tiene que vivir su trauma como su familia, como su subjetividad, y si cree, según cómo Dios lo pueda ayudar, va a resolver esa situación traumática“,

Fuente: UNO Santa Fe

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