Lo anunció el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, desde las playas de Río de Janeiro. Con la venta de la planta se abre, de nuevo, un negocio de importación de billetes.
Liquidación por cierre. Pese a que aún no colocaron el típico cartel, el Gobierno parece funcionar como una gran inmobiliaria nacional para desprenderse de todos los bienes que posee. Este lunes fue el turno de la planta exCiccone, a cargo de producir billetes y patentes, entre otras cosas, que el Gobierno disfruta desprenderse de la empresa por partida doble: con la venta del terreno en Don Torcuato pretende que lleguen algunos dólares frescos, a la vez que habilita a sus amigos empresarios a meterse en el negocio de la fabricación de dinero físico, ya que el Estado pierde su autonomía.
Con la venta de la planta y el cierre de la mayoría de sus funciones, 270 personas quedaron dispensadas y, probablemente, pierdan en el empleo. Al gobierno parece no pesarle esa circunstancia.
El anuncio llegó por vía de Luis Caputo, quien arribó a las playas de Río de Janeiro para acompañar a Javier Milei en la cumbre del G-20. “Toto” usó Twitter para informar la posible venta y, como suele acostumbrar el gobierno, dijo que el Estado nacional se ahorrará, con esa acción, 5.040 millones de pesos. Es que, según el ministro, para la Argentina es “menos oneroso que la producción de billetes se compre a distintos proveedores internacionales”. Tampoco pesa en la balanza de Caputo el hecho de que una empresa estatal fabrique los billetes que usan sus ciudadanos ni tampoco que sea esa misma compañía quien ofrezca empleos de calidad.
La historia de Ciccone
1951. Ese fue el germen de la compañía Ciccone, cuando dos hermanos (Héctor y Nicolás, con el apellido que dio origen a la empresa) decidieron poner en marcha una imprenta. La compañía creció durante esas décadas, pero su primer apogeo fue, nada menos, que en 1978 cuando la sanguinaria dictadura le adjudicó la impresión de entradas del Mundial 78. El contrato no solo lo favorecía sino que también le abrió la puerta para importar máquinas gráficas sin pagar aranceles, algo elevadísimo en aquel entonces.
El vínculo con el Estado creció gracias a la ayuda del represor Lacoste, quien además de balancear la licitación de las entradas dio luz verde para que Ciccone pueda entrar a Lotería Nacional. A partir de ahí, la imprenta trabajó codo a codo con la Casa de la Moneda.
En el alfonsinismo se mantuvieron algunos negocios, pero en comparación con la llegada de Carlos Menem fueron mínimos. Con el ascenso del riojano, y Armando Gostanián en la Casa de la Moneda, la relación pasó por sus mejores momentos, al punto que Ciccone fue la encargada de la impresión de los Menem truchos con el papel moneda original. Llegó también la denuncia de Cavallo acusando a Yabrán como testaferro, las irregularidades en la Provincia de Buenos Aires (que el reaparecido Carlos Ruckauff preferiría que no se recuerde) y las deudas millonarias que acumuló Ciccone, en especial, con la AFIP.
Pese a las pruebas la Justicia, en tanto, miró para un costado. Lo hizo hasta que llegó la nacionalización, en 2012, tras el pedido de quiebra un par de años antes. La empresa pasó a llamarse Compañía de Valores Sudamericanos y los bienes pasaron a la Casa de la Moneda.
Que el negocio de la impresión de billetes haya quedado en manos del Estado hizo sonar las alarmas en Comodoro Py y, tras una investigación que incluyó un show mediático, varios jueces en dos instancias condenaron a Amado Boudou, a quien apuntaron como dueño en las sombras de The Old Fund , una empresa que se había hecho cargo de Ciccone meses antes de la estatización.
Fuente: Página12
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