La guerra de Malvinas tiene héroes. Los combatientes del Batallón de Infantería de Marina Número 5 de Río Grande resistieron en soledad los embates de la Guardia Escocesa en Monte Tumbledown, escribiendo una página llena de gloria.

Por Por Tony Aira (*)/ Radio Gráfica

En los 74 días que duró la Guerra de Malvinas, los británicos fueron sorprendidos por el profesionalismo y espíritu de lucha de las tropas argentinas. Existe abundante literatura británica sobre el conflicto y en todas se destaca el valor y resistencia de nuestras tropas. Existe una unidad que por su valor y combatividad recibió de los británicos el nombre de Batallón del inferno. Esos hombres eran los Infantes de Marina del Batallón N°5.

El 7 de abril de 1982 llegaron a Malvinas los efectivos del BIM 5 con asiento en Río Grande al mando del Capitán de Fragata Carlos Robacio. Los efectivos fueron desplegados en el sistema defensivo de Puerto Argentino junto a las tropas del RI (Regimiento de Infantería) 25 y el RI 8.  Para reforzar a los efectivos navales se agregaron la Compañía C del RI 3 y la Compañía B del RI 6. Este agregado de unidades del Ejército fue algo novedoso ya que nunca se habían mezclado unidades de distintas armas. El resultado fue muy satisfactorio y pudo lograrse gracias al profesionalismo y disposición de mandos.

A partir del 1 de mayo, los enemigos iniciaron las acciones con una campaña de bombardeos aéreos y navales que afectó seriamente la vida cotidiana de los soldados argentinos. De día, los Harriers atacaban la pista de aviación cercana y las líneas de trincheras; de noche, era la Royal Navy quién cañoneaba. Los Infantes de Marina mantuvieron un fuerte espíritu de cuerpo y siguieron preparando el sistema defensivo para un combate que veían cada día más próximo.

Fueron 44 días de asedio desgastante. Cuando el 12 de junio comenzaron los combates por Puerto Argentino, los marinos del BIM 5 estuvieron listos para entrar en la historia. Los ataques británicos comenzaron con las últimas luces del día y durante la noche. La primera y desagradable sorpresa que encontraron fueron los nidos de ametralladoras pesadas con miras infrarrojas que detenían a los infantes. La artillería británica intervino y se produjeron duelos artilleros en los cuales los británicos tuvieron ventaja al tener piezas con mayor alcance y medios para mover las mismas.  Eso no evito el valor y profesionalismo del arma de artillería que se batió hasta el último cartucho y con los tubos al rojo vivo.

El 13 de junio, los británicos lanzaron su ataque final. Agruparon todas sus fuerzas (paracaidistas e infantes de marina) llegando a una superioridad de efectivos en el lugar de ruptura de 3 a 1 sobre nuestros Infantes. El fuego de artillería fue tremendo, sumándose también la artillería naval. Nuestra artillería, sin amilanarse, llegó a los mil disparos por hora eligiendo morir de pie antes de dejar a sus colegas Infantes sin apoyo.

En las últimas horas de la tarde, cuando los británicos iniciaron una maniobra por Monte Harriet con la intención de distraer al mando argentino, Robacio no mordió el anzuelo y preparó una trampa mortal: emboscó al enemigo y lo arrinconó entre un campo minado y el fuego de artillería, colocando Infantes en su retaguardia, impidiendo la retirada inglesa. El resultado fue heroico. Los británicos fueron machacados por nuestra artillería y el fuego de nuestros Infantes. Dos horas después, el jefe de la Compañía inglesa pidió a su comandante el cese del fuego ya que los desgarradores gritos de los heridos afectaba a su tropa. Este alto el fuego permitió la llegada de varios helicópteros que evacuaron a los heridos. Nadie disparó a los aparatos, que estában a la merced de nuestros soldados ya que buscaban heridos y no traían armas o refuerzos.

En la madrugada del 14 de junio, la Guardia Escocesa se puso en el centro del dispositivo de ataque sobre Puerto Argentino. El tiroteo fue feroz. Las balas trazadoras surcaron en tal cantidad que parecía de día. En los instantes finales del asalto se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. Los argentinos rechazaron el asalto con bayoneta calada y pidiendo fuego de artillería y morteros sobre su posición, ya que tenían al enemigo encima. El Subteniente Silva y el Suboficial Castillo solicitaron un contrataque ya que se vieron sobrepasados. Salieron de sus posiciones atacando con sus bayonetas hasta que cayeron abatidos.

Robacio encabezó el contrataque. Recuperó las posiciones perdidas y rechazó a los escoceses, quienes se retiraron al punto de partida. A las 3 de la madrugada, bajo una fuerte nevada, los Infantes de Marina planificaron otro contragolpe sobre los paracaidistas británicos y pidieron autorización cuando las unidades de vanguardia estaban hostigando al enemigo. Desde Puerto Argentino llegó la orden de replegarse, ya que era imposible abastecer de municiones a los morteros y obuses de 105 mm. A pesar de éste contratiempo, la moral fue muy alta y costó mucho que los Infantes del BIM 5 dejaran sus posiciones, pero con disciplina de hierro, los Infantes dejaron Monte Tumbledown y se dirigieron hacia la retaguardia.

En los manuales militares, un repliegue ordenado es una de las maniobras más complejas de ejecutar. Hay numerosos ejemplos de desbandadas mortales ante el enemigo. Con orgullo, los Infantes del BIM 5 tomaron posiciones en los arrabales de Puerto Argentino dispuestos a dar batalla. Los gurkas nepaleses fueron enviados a la persecusión de los argentinos para subsanar el mal desempeño de los escoceses, pero los asiáticos fueron detenidos y contragolpeados cuando ya no habían más municiones.

En el amanecer del lunes 14 de junio de 1982, el BIM 5 no tenía más municiones. En 36 horas había quemado 17.000 cartuchos de artillería y toda su munición de morteros. A las diez de la mañana se dio la orden de alto el fuego desde Puerto Argentino. El batallón estaba en posición de combate. El Capitán Robacio solicitó confirmación de la orden. Su unidad llegó a la Capital de las islas con todo su armamento individual y en formación de marcha. Lamentablemente, una sección separada de la Compañía de Mar no tuvo acceso a la orden y a las 12:30 se enfrentó a un desembarco de seis helicópteros británicos, derribando a dos y sufriendo la pérdida de los últimos tres soldados en combate.

En la historia, pocas unidades sufrieron un bombardeo de 44 horas sin posibilidades de relevo y luego enfrentaron al enemigo con valor y determinación. Los efectivos argentinos en la batalla de Tumbledown fueron 700 marinos y 200 soldados, quienes enfrentaron a 3.000 de los mejores efectivos de las Fuerzas Armadas Británicas. El 75% de nuestros héroes eran conscriptos. El BIM 5 sufrió 30 bajas y 105 heridos, ocasionando 360 bajas enemigas (los británicos jamás reconocieron esa cifra, pero extraoficialmente muchos oficiales reconocen la sangría entre sus tropas)

¿Cómo pudieron soportar tan duro martirio y combatir con tanta bravura y determinación? El BIM 5 y el RI 25 fueron las únicas unidades aclimatadas a Malvinas. Estaban perfectamente equipadas y sus mandos eran profesionales y competentes. También fueron dueños de un espíritu de cuerpo notable. Como muestra, el 14 de junio, a las 10:30, se estaba procediendo al repliegue sobre Sapper Hill. El Capitán de Fragata Daniel Ponce cayó exhausto. Dos conscriptos se acercaron en medio de la balacera y pretendieron cargarlo. Ponce les ordenó que lo abandonen y que escapen. La respuesta fue “Capitán, si morimos. Morimos los tres”. Lo levantaron y se replegaron. Ese fue el espíritu de los marinos del BIM 5, quienes dejaron todo por la patria.

 

(*) periodista, doctor en comunicación por la Universitat Ramon Llull.

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