Luis Miguel Rodríguez ya debe tener hechas las valijas para irse. Adónde, es lo que menos importa. No quiere jugar más en Colón, pero tiene contrato por seis meses más.

Por Enrique Cruz / El Litoral

“Nosotros tenemos otras prioridades, queremos que el Pulga se quede, pero hoy estamos pensando en los refuerzos que tienen que llegar al plantel”. Palabras más, palabras menos, esto fue lo que dijo Vignatti.

La pregunta sigue siendo la misma: ¿qué va a pasar con el Pulga?. Y los caminos, lamentablemente, conducen a una realidad que todos deben ver: es muy difícil imaginarlo con la camiseta de Colón por más que todavía le quedan seis meses de contrato. En consecuencia, ¿cuál es la solución?, negociar una salida.

Y acá entra a tallar lo económico, porque Colón pretenderá un resarcimiento. Y si no, ¿es ilógico pensar en “colgarlo”?, ¿en tenerlo al margen de los planes del técnico?, ¿qué pensará Domínguez al respecto?, ¿se podrá tener a un jugador así “corriendo alrededor del campo de juego” por estar a disgusto y sin deseos de quedarse?, ¿qué hará el Pulga?, ¿se volverá a Simoca y se quedará sin jugar como ya lo dejó entrever?…

La imaginación vuela. Mientras tanto, la incertidumbre tiene sus vaivenes en tratar de adivinar el futuro y, en base a ello, también tomar decisiones que tengan que ver con lo futbolístico, porque Colón pasó, en poco tiempo, de tener abundancia de delanteros a estar muy cerca de rozar con el faltante producto de lo que ha ocurrido en los últimos tiempos con Viatri (se fue), Brian Fernández (en proceso de recuperación por su problema de salud ya conocido), Morelo (al menos en las tres o cuatro primeras fechas no se lo podrá contar) y esto de Luis Miguel Rodríguez, que viene de ser el goleador del equipo.

 

En otros tiempos, la “sartén por el mango” la tenían los clubes. El jugador no firmaba el contrato, llegaba el final del mismo y automáticamente se renovaba por dos años con el aumento del 20 por ciento del sueldo (no de la prima, que era el monto más importante como ahora lo es el denominado “derecho de trayectoria”). Además, había un acuerdo “implícito” entre los clubes de no contratar a esos jugadores que quedaban libres por el 20 por ciento. Ahora todo cambió. La legislación favorece a los jugadores. Llegar al último año de contrato implica que el jugador estire la situación para quedarse con el pase. Y en los últimos 6 meses, está autorizado a negociar una salida pagando una indemnización.

 

Acá la situación no parece pasar -en principio- por lo económico. Es el deseo del jugador, expresado en diferentes medios -entre ellos, El Litoral-, cuando señala que “siento que no tengo más nada para darle a Colón”. Así vienen los amagues desde hace un largo tiempo, inclusive luego de la final en Paraguay. Aquélla vez fue entendible, quizás un momento de calentura. Los partidos que siguieron fueron malos y hasta perdió la titularidad. La pandemia lo revitalizó en lo deportivo, se convirtió en goleador del equipo y en uno de los mejores jugadores del torneo. Todos hablaron de sus golazos. Pero él siguió pensando igual y con la misma idea firme de irse de Colón, siguiendo el camino que por diferentes motivos fueron tomando varios jugadores en los últimos tiempos.

El Pulga no es un jugador más adentro de la cancha ni tampoco afuera, porque es uno de los mejores pagos del plantel. Su representante ha tenido chispazos con Vignatti en los últimos tiempos y alguna que otra fuerte crítica. La realidad es que todo parece un callejón sin salida. Colón está negociando con Paolo Goltz en una situación similar a la del Pulga: se quiere ir de Gimnasia. Desde hace un tiempo que entre Colón y el jugador existe un acuerdo, pero falta que alguien se encargue de resarcir a Gimnasia, que pide un dinero por el incumplimiento contractual. Es un caso espejo al del Pulga. Nadie debería sorprenderse si el jugador -algo que no me consta- tiene un arreglo con Nacional de Montevideo o con cualquier otra institución. Pero antes debe arreglar con Colón.

Desde hace un tiempo también y corroborando aquéllo de que las últimas legislaciones en la relación club-jugador fueron en beneficio del jugador y obraron como grandes conquistas, es que hay una frase de cabecera que utilizan muchas veces los dirigentes. Ellos dicen: “Hay que ver qué es lo que quiere el jugador”. Y en buena dosis es así. ¿Qué quiere el jugador?, irse. ¿Qué quiere el club?, que se quede o que llegue a un arreglo económico. La otra pregunta es: ¿alguien vendrá a “comprarlo” sabiendo que está a seis meses de terminar su contrato?. ¿En qué terminará?, quién sabe. Creo que “colgarlo” no sería la mejor opción, ni para el club ni para el jugador.

Generar pertenencia es algo sobre lo que se debiera trabajar. Hay que tener jugadores cómodos, conformes y que realmente quieran triunfar en la institución. La historia de la salida del Pulga Rodríguez se hizo reiterativa. Ni siquiera el hecho de haberlo buscado y de haberle ofrecido un dinero que su club de siempre (Atlético Tucumán) le podía dar, fue suficiente. El final de la historia lo encuentra nuevamente en la cresta de la ola a pesar de su edad. Pero está claro que ni siquiera el reconocimiento de la gente, ávida por encontrar un ídolo en él, un referente, alcanzó.

 

 

 

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