Gobernadores  plebeyos y cortesanos al pie del cañón. Dos metas: buscar sustentabilidad para las reformas antipopulares y el pago de la deuda y destruir a la industria nacional y al peronismo.

Por Luis Bruschtein / Página 12

Javier Milei se esmeró en cumplir las condiciones de Washington, entre ellas el enfriamiento de las relaciones comerciales con China, mientras Donald Trump se reunía en Corea del Sur con el mandatario chino XI Jinping y levantaba impuestos aduaneros a cambio de que China volviera a comprarles soja en detrimento de la que compra en la Argentina.

Cuando Javier Milei viajó desesperado a buscar el socorro estadounidense, el primer “consejo” de Trump fue que sólo salvarían a un gobierno “sustentable”. No quería repetir la mala experiencia con Mauricio Macri, a quien prestaron una cifra fabulosa y perdió las elecciones. Sin sustentabilidad no hay ayuda fue el mensaje que recorrió el país. Dos tareas para el hogar: recomponer las alianzas del principio de la gestión y terminar con el peligro del populismo-peronismo.

La convocatoria a los gobernadores llegó al día siguiente de los comicios. Veinte de ellos asistieron dócilmente. Muchos perdieron las elecciones en sus provincias. Cuatro quedaron fuera de la reunión. La Rioja, Buenos Aires, Formosa y Tierra del Fuego fueron discriminados por el Presidente de todos los argentinos.

“Si me hubieran invitado hubiera ido, —afirmó el gobernador bonaerense Axel Kicillof— le hubiera planteado al Presidente la deuda que tiene con la provincia por los billones de pesos que nos pertenecen y no nos entregó, le hubiera preguntado la razón por la que retiró los programas de salud y educación a la provincia”. Y siguió con una enumeración de los puntos de la deuda que mantiene el gobierno nacional con la provincia de Buenos Aires.

Es una situación que padecen todas las provincias. Pero los que asistieron a la Casa Rosada no hicieron ningún planteo. En cambio escucharon el reclamo de respaldo a las futuras medidas que el gobierno nacional mandará al Congreso, con la reforma laboral en primer lugar. La mayoría de estos gobernadores apoyaron en el Congreso las leyes más retrógradas que envió el gobierno al principio de su mandato. Pero retacearon sus votos cuando midieron el descontento previo a las elecciones.

Hubo foto, pero sin anuncios. La CGT también entró en deliberación por el escenario que se viene, donde las principales víctimas serán los trabajadores. La gran pregunta es hasta qué punto el resultado de estos comicios de medio término habilitaron al gobierno para avanzar aún más sobre los sectores populares ya muy golpeados.

Una explicación sobre el sorpresivo salto del malhumor en la sociedad a este resultado, es que se basó más en el miedo que en un respaldo al ajuste. Si parte de ese voto se explicara así, con las iniciativas que enviarán al Congreso, la “sustentabilidad” se irá por el desagüe. Los tiempos son más cortos que en el 2023 porque la gente está peor.

El Milei de la reunión estaba en ganador: “Para qué voy a invitar a personas que no saben sumar dos más dos”, dijo por los gobernadores discriminados. Agregó que la conversación había sido muy buena pero no aclaró el temario ni los acuerdos. Trump quería la foto de la sustentabilidad con los gobernadores y la tuvo.

Fue una de sus exigencias, al igual que congelar los acuerdos con China, como planteó el secretario del Tesoro norteamericano Scott Bessent. Trump no quiere que los países latinoamericanos tengan buenas relaciones con la potencia oriental. Y mientras imponía estas condiciones a Milei, suplicaba en Corea del Sur a Xi Jinping que China vuelva a comprarles soja y vuelva a venderles las tierras raras que necesita para su industria bélica.

En insólita secuela del resultado electoral, el martes la Corte emitió numerosas definiciones. Sobreseyeron a Macri por el espionaje a los familiares del ARA San Juan, y sobreseyeron a Federico Sturzenegger por abuso de autoridad al impulsar la persecución sin motivo contra Florencia Kirchner. Al mismo tiempo condenó a Guillermo Moreno por imprimir volantes que decían “Clarín miente”, y le retiró de por vida el derecho a ejercer cargos públicos. También rechazó alrededor de 20 recursos interpuestos por Julio De Vido, varios empresarios y Cristina Kirchner en la causa “cuadernos”, una de las más truchas del lawfare. El Partido Judicial expuso así obscenamente su complicidad con la persecución judicial por cuestiones políticas.

En CABA ganó por amplio margen la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, cuyo principal argumento ha sido la mano dura para reprimir la protesta social como la de los jubilados. El caos que está sufriendo Brasil es una demostración de las consecuencias de hacer demagogia con estas propuestas de mano dura que implican poner en la calle un poder de fuego indiscriminado e irresponsable.

El Estado de Río de Janeiro ha sido gobernado las últimas décadas por la derecha. El gobernador actual Claudio Castro ordenó este operativo monumental y lanzó contra dos barriadas populares una fuerza de miles de policías con carros blindados y armas pesadas. El resultado fueron 132 personas muertas, algunas degolladas, otras fusiladas pese a estar desarmadas. La cantidad de armas capturadas es menor que la cantidad de personas muertas.

Castro afirmó que había ordenado el operativo, porque tenían información sobre una reunión de 20 jefes del Comando Vermelho, una de las bandas más grandes de narcotráfico. Pero no hubo ningún jefe narco entre los detenidos ni entre los muertos. Es imposible saber cuántos de los muertos estaban realmente con los narcos porque no hubo juicio ni orden judicial.

Castro reconoció que hubo una filtración en la misma policía. Trump había apoyado a Jair Bolsonaro y amenazó a Brasil con imponerle tarifas aduaneras del ciento por ciento si no liberaban al expresidente. El domingo, el presidente de Brasil, Lula da Silva se reunió con Trump, quien no mencionó a Bolsonaro ni a los aranceles. Para Lula fue un éxito, pero para los bolsonaristas un desastre, sobre todo para Eduardo Bolsonaro, quien se había Instalado en Estados Unidos para impulsar esas declaraciones de Trump.

Algunos interpretan la masacre como parte de una interna ultraderechista entre el gobernador Castro y el hijo menor de Bolsonaro, que pidió a Estados Unidos que envíe una fuerza militar a Brasil para combatir a los narcos. Otros dicen que fue el comienzo fallido de la campaña electoral de Castro a senador por la ultraderecha.

La operación policial se convirtió en una de las masacres más grandes en la historia moderna de Brasil. Y no le movió ni un pelo a las grandes bandas de narcos que asolan el Estado de Río de Janeiro, gobernado desde hace muchos años por la supuesta mano dura. Bajo el gobierno de la ultraderecha, con un discurso similar al de Bullrich, no sólo han crecido las bandas de narcos, sino también parapoliciales que dicen combatir a los narcos, pero negocian con ellos a cambio de dinero.

 

Lo que no está en discusión es que la operación usó de manera demagógica el discurso de mano dura para apuntarle al gobierno de Lula que regresaba de una reunión exitosa con el mandatario estadounidense. Castro buscó generar un hecho político contra el gobierno, aunque en el medio murieran 132 personas y no se capturara ni un solo narco importante. El discurso de mano es, por esencia, puramente demagógico, y siempre se ensaña con los pobres, sean delincuentes o no.

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