Por Diego Rubinzal 

La Unión Industrial Argentina agrupa a un conjunto heterogéneo de empresas (pymes, grandes, mercadointernistas, exportadoras) con intereses disímiles. Eso explica el surgimiento, a lo largo de la historia, de diferentes corrientes internas.

Las dos agrupaciones tradicionales supieron ser el MIA (Movimiento de Industriales Argentinos) y el MIN (Movimiento de Industriales Nacionales). Esas corrientes se fracturaron en 2003 dando origen a dos nuevas vertientes internas: la lista Consenso (Celeste y Blanca) e Industriales. Para simplificar, la primera está ligada a sectores agroindustriales y exportadores. La otra tiene mayor grado de vinculación con empresas mercadointernistas. De todas maneras, el análisis es mucho más complejo por los múltiples entrecruzamientos productivos.

Previo a la asunción de Mauricio Macri, la UIA eligió como Presidente a Adrián Kaufmann (gerente de Relaciones Institucionales de Arcor). La designación de “un peso pesado”, impulsado por el tridente Arcor-Techint-Clarín, fue una novedad. En los últimos años, la elección había recaído en empresarios de mediano porte (Méndez, De Mendiguren, Lascurain). El nombramiento de Kaufmann fue una clara señal de apoyo, al gobierno entrante, de la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA).

Sin embargo, el respaldo inicial de la conducción fabril se trastocó en fuertes críticas. Las quejas empresarias se multiplican en reuniones, documentos y declaraciones. Por ejemplo, el vocal de la entidad (José Urtubey) acusó al gobierno de tener un plan “antiindustrial”. “La mitad de la industria está paralizada. Era obvio que íbamos a terminar así y no hubo modificaciones en el rumbo que tomó el Gobierno. No conozco a nadie que le este yendo bien con este modelo económico”, agregó Urtubey.

En ese contexto, la UIA elegirá nueva conducción en abril de este año. Los trascendidos indican que se renovará el mandato de Miguel Acevedo. El perfil crítico adoptado por el ejecutivo de Aceitera General Deheza sintoniza con los reclamos de las “bases”. El derrumbe sectorial deja poco margen para elegir una conducción más amigable. El oficialista Cristiano Ratazzi está cada vez más solo. El último comunicado de la entidad señala que “la baja generalizada en las ventas, el aumento de los costos energéticos, las elevadas tasas de interés y los retrasos en la cadena de pagos dan forma a una coyuntura compleja”.

El endurecimiento del discurso de la UIA recuerda lo sucedido en los noventa. El investigador Julián Zícari relata que “la cúpula empresarial se mantuvo totalmente alineada con el gobierno, aún en los momentos críticos como fue el Tequila. En este sentido, que Jorge Blanco Villegas, amigo personal de Menem, importante miembro del capital concentrado –tío de Mauricio Macri– y que se había beneficiado notoriamente del proceso privatizador, haya presidido la entidad entre 1993 y 1997 es una buena referencia al respecto” (Camino al colapso. Como llegamos los argentinos al 2001).

A partir de 1999, el discurso de la UIA fue más confrontativo y productivista bajo la conducción de Osvaldo Rial. El 9 de julio de ese año se movilizó en forma conjunta con la CGT. En agosto, la entidad rompe el Grupo de los Ocho (que nucleaba las entidades empresariales más poderosas de la Argentina –campo, industria, finanzas, comercio, construcción–) para lanzar el Grupo Productivo. Algún tiempo después, Rial explicaría que “los bancos han sido enemigos de la industria en este modelo económico, no sólo se han apropiado de parte de nuestra riqueza, sino que fueron y son los responsables intelectuales de sustentar todas las políticas que perjudican a la industria. Era ineludible entonces romper con el Grupo de los 8”. Lo que ocurre ahora tiene un inocultable aroma a déjà vu.

Fuente: Rosario 12 

drubinzal@yahoo.com.ar

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