Con las entradas agotadas días antes de su estreno, “Godzilla en Santa Fe”, la ópera prima de Alexander Duré, dejó su huella en el cine santafesino el viernes 17 de octubre.
Por Gonzalo R. Vega/ Pausa
Quiero ser claro: esto no es una reseña. En las siguientes líneas no van a encontrar un análisis meticuloso ni una evaluación crítica sobre cómo un lagarto de 120 metros de altura pasea por Santa Fe con pantalones anchos, vincha y camisa bordada color té. No es que no quiera, sino que fue un pedido del director antes de la proyección: no revelar nada de la trama ni de lo que sucede en la película, dado que posiblemente haya más funciones.
Sinceramente, me gustaría contarles cada detalle de la película, pero uno tiene que ser fiel a sus amistades, y yo tengo la suerte de tenerlas con varios integrantes del proyecto, por lo que voy a respetar su pedido. Lo hago por amistad y no porque, después de la proyección, me amenazara el director junto al director de arte —Gastón Zuñiga— aprovechándose de nuestra relación, para nada.
El impacto inminente: cuando la tierra vibra
La expectativa por la visita del lagarto era muy grande, pero esto no se construyó de un día para otro, sino que hubo —consciente o inconscientemente— un trabajo importante de promoción. Desde que se creó la cuenta de Instagram del proyecto, hubo casi una sorpresa diaria. El equipo recorrió varios medios locales y regionales comentando la idea y los avances, porque, a diferencia de otros proyectos, la noticia de Godzilla por suelo santafesino, rodeado de cerveza, mosquitos y río, capturó la atención antes de que la película estuviera terminada. También hizo vibrar otras tierras, ya que la noticia llegó a lugares impensados como portales de Brasil, México y hasta Nueva Zelanda, de la mano de “Kaiju No. 14”, un fanático e influencer del mundo Kaiju, en especial de Godzilla.
Esto impactó mucho al equipo del proyecto y a todos los que seguíamos el proceso. Ninguno de nosotros —y cuando digo nosotros, me refiero a muchos— imaginó que estos dibujantes zápatras criados a Pent 10 y galletitas de animalitos —sí, esas que vienen con confites duros— iban a mostrar su jeta semanalmente en distintos medios y a hablar seriamente.
Godzilla no solo llegó a los medios, sino que se moldeó a distintos formatos, como marca el manual de toda producción audiovisual con un personaje característico; es decir, hubo —y hay— merchandising. Desde stickers a figuras 3D, pasando por el afiche oficial —realizado por el artista gráfico y ahora devenido en actor Esteban Corva— hay de todo.
No quiero dejar de destacar que la producción fue hecha a pulmón y con los recursos que el contexto otorgaba. Muchos fueron extras para la película, algo que tomó gran repercusión al verse cientos de personas corriendo por la costanera o gritando en el puente Colgante. Otros aportaron frente a las desgracias, ya que por circunstancias climáticas la producción tuvo que realizar una rifa para reponer el disco duro que había fallecido y que era —y fue— pieza clave para terminar la película. También hubo ayuda de otras formas, que no puedo revelar porque me dijeron explícitamente, mientras me agarraban del cuello en el baño del América: nada de spoilers ni de hacernos quedar como unos crotos.

Se ve un lagarto atrás de aquel edificio
Por azares del destino, o tal vez porque algún ser supremo así lo decidió, el estreno mundial de “Godzilla en Santa Fe” fue el viernes 17 de octubre a las 22:30 en el Cine América .
Obtuve mis entradas semanas antes, en los festejos del Día del Cine Santafesino, donde, entre varios stands, se encontraba el de Godzilla, inundado de stickers, riñoneras, afiches y un hermoso banner, sumado a un monitor que pasaba en loop el tráiler de la película. Además de participar en dicha jornada, también lo hicieron en conjunto con las producciones editoriales de Gastón Zuñiga —no olvidemos que este personaje emblemático de María Selva es dibujante humorístico y tiene varias producciones publicadas— en la Feria del Libro de Santa Fe a principios de mes.
El 17 de octubre no es una fecha que pase desapercibida en la historia grande de nuestro país, ya que ese mismo día, pero en 1945, se produjo una de las movilizaciones más multitudinarias registradas en tierra argentina. Y aquel viernes en la modesta Santa Fe se comenzaba a palpar algo similar, dado que días antes nos enteramos por las redes de Godzilla que todas las entradas estaban agotadas. Lo habían conseguido.
El cielo de aquel viernes daba señales de inestabilidad, pero nunca fue un obstáculo y nadie dudó por un segundo. Desde temprano, varios grupos de WhatsApp en los que estoy coordinaban ubicaciones para encontrarse o cómo ir vestidos para la ocasión. Por mi parte, Augusto me pasaba a buscar por la librería donde trabajo, que queda a solo dos cuadras del cine. Además, debía guardarle una butaca a Juanjo, que llegaba con lo justo.
Otro indicio de que algo grande sucedía fue cuando “Coco” Russo, al pasar por la librería un par de horas antes, comentó que parte de la calle del cine estaba cortada y había alfombras rojas. Al mismo tiempo, desde las redes del lagarto informaban que lo ideal era acercarse a las 22 para hacer fila, ya que la ubicación era por orden de llegada.
Con Augusto a mi lado, a las 21:30 enfilamos hacia el cine; mientras nos acercábamos, veíamos cómo los puntos visibles a lo lejos iban tomando forma. La fachada del Cine América estaba preparada para la ocasión con toda la parafernalia al estilo jolibu. El rojo predominaba en la alfombra y en las cuerdas de terciopelo que separaban la entrada de la fila, que ya tenía un buen número de personas. Como había comentado “Coco”, parte de la calle estaba cortada con conos e inspectores de tránsito que, luego de unos momentos, pasaron a un corte total de una de las calles principales de la ciudad. Pero lo que me deslumbró fue ver a todo el equipo vestido de gala; cada integrante con traje o vestido de noche oscuro, excepto Gastón, que lucía un saco rojo y pantalón negro, combinando con la estética de la película.
Ah, y me olvidaba de un detalle no menor: en el centro de toda la escena había un backdrop —un banner con el logo de la película, la productora y sponsors— que hacía de fondo para las entrevistas. En ese momento, el director era entrevistado por distintos medios. De no creer, solo iba a ver una peli hecha a pulmón por amigos y conocidos, y de repente me sentía en el TCL Chinese Theatre de Los Ángeles.
Mientras esperábamos la apertura, Augusto y yo charlábamos sobre cómo la crisis de los 40 nos había afectado y la canalizamos a través del anime. La charla se interrumpió con un mensaje de Juanjo, que comentaba que estaba en la fila, pero en la peatonal, porque la fila daba vuelta la cuadra hasta la calle San Martín, asegurando que seguía cayendo gente de varias direcciones. Algunos en silencio y otros vitoreando al lagarto.
Enfrentando al ícono cultural en aguas santafesinas
Fuimos de los primeros en sentarnos y poder apreciar cómo el cine se llenaba de personas ansiosas por ver cómo un lagarto, nacido y mutado en Japón, terminó del otro lado del globo, con una diferencia de 12 horas en nipolandia. Esperen, esto quiere decir que ¿en Japón ya se había estrenado hacía 12 horas?
Pasado un tiempo, Juanjo entró y le hicimos señas. Lo primero que nos dijo fue: “En la fila unas chicas teorizaron sobre cómo representarían al lagarto, si era 3D o CGI”. No pudimos contener las risas. Luego irrumpieron en la sala Alex, Gastón y Marilín —parte del staff del Cine América— con un huevo de lagarto en las manos. Los aplausos y gritos de victoria fueron unánimes, estábamos ante una noche histórica para el cine santafesino. Luego de expresar su emoción y felicidad por el estreno y agradecernos, se apagaron las luces.
Estarán pensando si hablaré de la película… sí y no. Ya les comenté que no será una reseña, pero puedo decir lo siguiente: “Godzilla en Santa Fe” es una gran película de humor, una comedia, como se caracteriza este tipo de producciones en jerga cinematográfica. Esto es algo que Alex, Gastón y el equipo tuvieron claro desde el inicio, como menciona su director en la entrevista que le hizo la compañera Candela Cabré para Pausa: “El efecto humorístico también lo hace especial”.
Les aseguro que se van a reír durante los 60 minutos que dura la película, desde los títulos —donde dejan claro, obviamente, que los derechos del lagarto son de Estudio Toho— hasta los créditos finales. En síntesis, se sientan y recién se paran cuando la pantalla se apaga, literalmente con dolor de panza por tanto reír. Esto se los aseguro y se los prometo.
Lo primero que debo destacar es que la película la puede ver cualquier persona, pero si uno es santafesino o de la zona, notará los detalles finos de los chistes, porque como ha comentado el director en su gira de notas, este Godzilla es nuestro; sufre del calor, los mosquitos, pero también disfruta de refrescarse en el río. Esto se refleja también en la banda sonora, que incorpora clásicos de nuestra cultura musical.
El escritor Juanjo Conti —sí, el mismo a quien le guardé la butaca— en su posteo en redes resumió bien lo que vivimos y encontrarán en la película: “chistes, apariciones inesperadas y críticas a todos los niveles del Estado —municipal, provincial y nacional—, que hacían que casi todo el tiempo la sala estuviera inundada de carcajadas, aplausos, gritos y hasta aullidos”.
Es un gag detrás de otro. Al escribir esto no puedo evitar pensar en la trilogía “Pistola desnuda” de Leslie Nielsen, con situaciones o imágenes rápidas e inesperadas principalmente. La diferencia entre ambas producciones es claramente el presupuesto, pero esto no desvaloriza a Godzilla, sino que lo potencia, porque este es su fuerte.
Esto queda claro porque a la par del nacimiento de la película surgió también la productora “Serie S”, que llevó adelante el proceso en todas sus etapas y detalles. Esta productora apuesta por una nueva corriente llamada “Super Cine Santafesino” y, a través de su manifiesto (escrito entre rodajes, mates y alguna que otra cerveza, como relatan), declaran que esta forma de hacer cine es relajada y colectiva, grabada desde la realidad misma del contexto donde están insertos. Es decir, sacan partido de los recursos que tienen en un momento y lugar determinado, sean propios, prestados o robados…
Esto se convierte en su fuerza porque, teniendo ese horizonte, buscan construir su propio lenguaje y sus propias normas, alejándose de las establecidas por el cine tradicional. A esto se suma la idea de que nunca falte el humor, así como la crítica y el deseo de contar historias desde la cotidianidad.
Así, en “Godzilla en Santa Fe” podemos observar desde un primer momento el ingenio de usar lo que tenían a mano: muñecos de plástico inyectado, plastilinas o marionetas sujetas con alambres, hilos o simplemente la mano. También armas de utilería, maquetas de sectores de la ciudad y sangre comestible, entre otros elementos. En cuanto a recursos, hay animación stop motion, slow motion, falsos planos secuencia, escenas en blanco y negro, etc.

La trama es simple y clásica: un lagarto gigante despierta y hay que detenerlo antes de que destroce toda la ciudad de Santa Fe. Los encargados son un grupo de personas comunes que se unen para lograrlo. Dentro de este grupo encontramos a los protagonistas o, mejor dicho, co-protagonistas de Godzilla.
Me detengo en este grupo porque son interpretados por amigos, familiares y la propia producción. Como dijo Gastón a Pausa hace unas semanas: “Lo interesante de nuestra propuesta es el factor humano. Nuestros personajes son muy regionales, no trabajamos con actores que sean dramaturgos. Laburamos con el desperfecto, con la improvisación, con guiones sometidos a la actuación de quienes participan.”
Entre ellos, los que más protagonismo toman junto al lagarto son Pablo (Pablo Zuñiga), Tolan (Giuliano Romero) y el “científico” (Esteban Corva). Este último es la revelación por su actuación y esperamos verlo en más producciones. Sí, es lo que pensás, Corva me pagó para escribir esta línea.
Me saqué una foto con Godzilla en Santa Fe
Como en toda película, tras los créditos todo terminó en un fondo negro y las luces se encendieron. La ovación fue unánime; si al principio el victoreo se hizo oír, al final fue el doble.
Tengo que admitir que no pude evitar pararme descontrolado arengando por Godzilla mientras el equipo se ubicaba delante de la pantalla. Si la emoción era grande y épica, fue aún más cuando apareció ante nosotros el mismísimo y único rey, el de los kaijus: sí, apareció Godzilla. Tal vez no sea novedad hoy porque la imagen recorrió todas las redes, pero en ese instante fue la frutilla que faltaba.
Como quien dice la cosa, hubo agradecimientos, foto general con la sala llena más el equipo y, en mi caso particular, lo que tanto anhelaba: mi foto con Godzilla. ¿Quién puede decir que tiene una foto con Godzilla? Solo unos pocos, y yo soy uno.
¡Pará, pará, pará!
Estoy muy seguro de que les dieron ganas de ir a verla y morirse de la risa, y saben qué, pueden hacerlo. Se estará proyectando una nueva función hoy viernes 24 a las 22:30. Pueden reservar entradas a $7000 en las redes de Godzilla en Santa Fe y en el Cine América.


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