Unión desde el inicio del Clásico demostró actitud, temperamento, pero además inteligencia para golear a su rival y dominarlo desde lo futbolistico en todos los sectores del campo de juego, sabiendo que necesitaba ganar.
Por Mariano Cassanello / UNO Santa Fe
La gran diferencia que mostró Unión por sobre Colón fue la cuestión actitudinal y futbolistica. Las ganas que mostró el Tate desde el primer minuto fue determinante para quedarse con el Clásico. Jugó con el cuchillo entre los dientes, demostrando fiereza en cada cruce y en las pelotas divididas.
Los jugadores lo vivieron como si fueran hinchas, dando un plus como debe ser en esta clase de partidos. Pero además, a diferencia de otros encuentros le sumó inteligencia para manejar el cotejo. Supo cuando enfriar el trámite de juego y cuando acelerar. Por momentos hizo tiempo, para buscar frenar la reacción de Colón.
En otros partidos, el equipo rojiblanco había carecido de aplomo para cuidar el resultado. Uno de los defectos era el desequilibrio que mostraba entre el ataque y la defensa. Sin embargo, en el Clásico supo replegar líneas, estuvo concentrado durante los 90′ sin regalar nada y no le dio opciones al rival.
Unión jugó un partido serio, de principio a fin, lo hizo como si fuera una verdadera final y fue de los dos equipos el único que siempre quiso ganar. Atacó y presionó de arranque y luego con la ventaja fue manejando el contexto de manera favorable. Casi nunca estuvo en apuros y de allí el resultado final.
Todos los futbolistas entregaron el 100%, por eso los que fueron reemplazados se debió al enorme desgaste físico que realizaron. Ningún jugador se retiró del campo de juego sin dejar hasta la última gota de sudor. Y desde esa convicción comenzó a ganar el Clásico.
Nadie se guardó nada, pero además del temperamento y la personalidad, Unión fue superior en lo futbolístico, con jugadores en un altísimo nivel que se impusieron siempre ante los jugadores sabaleros. Imanol Machuca hizo lo que quiso, Gastón González fue incontenible por izquierda y Mauro Luna Diale indescifrable para los defensores.
En la mitad de la cancha, Juan Carlos Portillo y Enzo Roldán no pararon de correr y meter. Y el bloque defensivo no otorgó ventajas como en otros partidos. Además, Gustavo Munúa ganó ampliamente el duelo táctico contra Eduardo Domínguez y el partido siempre se jugó como quiso el Tate.
Antes del partido, el principal interrogante pasaba por saber si Unión podría absorber la presión de jugar un Clásico con la obligación de ganarlo para cumplir el objetivo. Y además esperar por la respuesta anímica luego de una dolorosa derrota ante Central Córdoba.
Y la verdad que a Unión no le pesó esa responsabilidad y jugó el Clásico sin ataduras, con atrevimiento y a su vez el equilibrio necesario. Lo hizo con un equipo conformado por muchos jugadores jovenes, por lo cual el mérito es mayor, ya que en esta clase de partidos, a veces la experiencia es muy importante.
Más allá del resultado final, está claro que la ovación y el delirio de los hinchas, también tuvo que ver con que se sintieron representados por el equipo. La gente que llenó el 15 de Abril se identificó con la formación rojiblanca y eso a veces es difícil de lograr. Por ello, la satisfacción fue plena.
No caben dudas que este Clásico quedará en la historia de Unión. Primero porque fue una goleada, pero además porque le dio la clasificación a la Copa Sudamericana. Y cuando pase el tiempo, también se lo recordará porque los futbolistas jugaron como hinchas, con el cuchillo entre los dientes y con el corazón en la mano.

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