En la primera jornada de debates en la 80ª Asamblea General el presidente de EEUU estuvo, como siempre, agresivo y petulante, pero desde la región hicieron frente. Gaza, Ucrania y el narcotráfico en cuestión.
Por Alfredo López Girondo / Tiempo Argentino
La pregunta de Donald Trump en la 80ª Asamblea General de la ONU revela no solo el objetivo manifiesto del presidente de Estados Unidos. Sonó a certificación de una realidad cada vez más tangible de la que Estados Unidos no es ajeno: ¿Para qué sirve la Organización de Naciones Unidas? Cierto que luego se introdujo en una sarta de autoalabanzas características de alguien, como se decía en el barrio, que no tuvo abuela. Pero en realidad, apuntaba a lo mismo. Si él, que es “tan maravilloso” como para merecer un Premio Nobel -la envidia que le tiene a Barack Obama no tiene nombre- porque “en un período de siete meses, he puesto fin a siete guerras de las que se decía que nunca acabarían”, ¿qué sentido tiene una organización que, según su interpretación de los hechos, además no puede evitar las únicas invasiones que le hacen ruido: la de los inmigrantes. “La ONU gastó 372 millones de dólares para apoyar a 624.000 migrantes en su viaje hacia los Estados Unidos para infiltrarse en nuestra frontera sur. Se supone que la ONU debe detener las invasiones, no promoverlas”.
En un tono especialmente agresivo, como queriendo impostar un poder imperial que los hechos no corroboran, fustigó a Irán, a China y a Rusia, y afirmó que Ucrania está en posibilidad de recuperar el territorio perdido en la guerra desatada el 24-F de 2022. Sobre Gaza apenas dijo que se deben tomar medidas inmediatas para liberar a todos los rehenes, y calificó al reconocimiento del Estado palestino que ya la abrumadora mayoría de los países miembro de la entidad hizo, como “una recompensa a Hamás por sus horribles atrocidades”.
Los quecriticaron puntualmente esa posición fueron los mandatarios de Brasil, Colombia, Chile y menos enfáticamente, Uruguay, naciones sudamericanas que no comulgan precisamente con el extremismo que tanto seduce a Trump y, dicho sea de paso, a Javier Milei.
El representante de Brasil, por eso de tradiciones que ya llevan ocho décadas, abrió la ronda de debates, inmediatamente antes que Trump. Y en apenas 18 minutos, sin recurrir a papeles escritos, Lula da Silva fijó una agenda diametralmente opuesta. “No hay justificación para las medidas unilaterales y arbitrarias contra nuestras instituciones y nuestra economía. La agresión contra la independencia del Poder Judicial es inaceptable. Esta injerencia en asuntos internos cuenta con la ayuda de una extrema derecha servil y nostálgica de antiguas hegemonías. Falsos patriotas orquestan y promueven públicamente acciones contra Brasil”, espetó, en relación con la ofensiva en defensa de Jair Bolsonaro que desembozadamente mantiene Trump y los apoyos locales que consigue.
“Seguiremos como nación independiente y como pueblo libre de cualquier tipo de tutela”, prosiguió Lula. Luego abundó en cuestiones regionales. “No se debe cerrar la vía del diálogo en Venezuela. Haití tiene derecho a un futuro sin violencia. Es inaceptable que Cuba figure en la lista de países que patrocinan el terrorismo”. Y a continuación fue directo al hueso: “Ninguna situación es más emblemática del uso desproporcionado e ilegal de la fuerza como lo que está ocurriendo en Palestina (…) Los atentados terroristas perpetrados por Hamás son indefendibles bajo cualquier ángulo, pero nada justifica el genocidio que se está produciendo en Gaza”.
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Lula se refirió también al ataque de EEUU contra barcos presuntamente de narcotraficantes en el Caribe. “Comparar el crimen con el terrorismo es preocupante”, dijo. En esa misma senda, el colombiano Gustavo Petro fue bastante más específico, por razones entendibles por más que la ofensiva estadounidense apunta como excusa para condenar a Venezuela. “La política antidroga no es para detener la cocaína que llega a los Estados Unidos, […] es para dominar los pueblos del Sur en general”, dijo Petro, sin pelos en la lengua.
“Mientras que los verdaderos narcotraficantes viven en Nueva York o Miami, los jóvenes pobres en lanchas rápidas intentan escapar de la pobreza”, dijo, “Trump es cómplice de genocidio. Este foro es testigo mudo de un genocidio”, añadió a renglón seguido, y ya metido en Medio Oriente, donde plantea una fuerza de mantenimiento de la paz para proteger a los palestinos. “En lugar de los cascos azules, que carecen de formación, necesitamos un poderoso ejército de países que no acepten el genocidio”.
El chileno Gabriel Boric, a su turno, también apuntó contra la agenda de Trump. “Afirmar que no existe el calentamiento global no es una opinión, sino una mentira (…) no se puede negar el Holocausto, ni decir que las vacunas causan autismo”. Y luego profundizó: “Gaza es una crisis global, porque es una crisis de la humanidad. Y en esta sala, y quienes nos escuchan en sus casas, en sus delegaciones, en sus diversos países, somos, justamente, todos los seres humanos”. Y ya metido de lleno la cuestión palestina, señaló: “Yo no quiero ver a Netanyahu destrozado por un misil junto a su familia, quiero ver a Netanyahu y a los responsables del genocidio contra el pueblo palestino enfrentados a un tribunal de justicia internacional”.
Del otro lado del Atlántico, y a pesar del reconocimiento del Estado de Palestina que el fin de semana promovieron Francia, el Reino Unido, Australia, Canadá y Portugal, hubo aplausos a las definiciones de Trump sobre Ucrania, un hecho central para la OTAN y la Unión Europea, que basa su supervivencia a mantener la guerra contra Rusia, cuando no a acentuarla. Así, Anitta Hipper, la vocera de la UE para la política exterior y la seguridad, dijo, según destaca Europa Press, que el mensaje del inquilino de la Casa Blanca “es muy bienvenido”.
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