El peor momento del sector en dos décadas. El combo letal incluye apreciación cambiaria, desplome del consumo interno y apertura comercial.

Por Marta Pedrazolli / Página 12

La industria textil atraviesa su peor momento en dos décadas. Tras un ciclo de expansión que culminó con inversiones récord entre 2020 y 2023, el sector acumula caídas consecutivos desde la asunción de Javier Milei, un giro abrupto que contrasta con el proceso previo de modernización productiva y empleo. El último informe de la Fundación Protejer explica que la combinación de apreciación cambiaria, desplome del consumo interno y una apertura comercial irrestricta dan cuenta de buena parte de este retroceso.

El panorama es alarmante: seis de cada diez máquinas están paradas, una señal directa de que la producción se encuentra en mínimos históricos respecto de la capacidad instalada. Durante todo 2024 y lo que va de 2025, la utilización de las plantas apenas rozó el 40 por ciento, según los datos oficiales, un nivel que retrotrae al tejido industrial textil a épocas de crisis profunda como el 2020 pandémico.

Tras haber invertido como pocas veces en modernizar equipamiento, digitalizar procesos y ampliar la escala productiva, ese capital físico permanece inmovilizado. En vez de proyectar nuevas líneas de producción o mejorar técnicas, las empresas textiles sobreviven “rematando mercadería por debajo de los costos, sin cubrir costos fijos y sosteniendo márgenes negativos en un mercado interno devastado por la caída del poder adquisitivo”, describe el informe.

El rubro de indumentaria y calzado fue el que registró el menor aumento de precios acumulado del año (apenas un 10,8 por ciento), lo cual confirma la tesis de que el sector opera con márgenes de rentabilidad negativos para intentar sostener un mercado interno que se achica.

Los datos oficiales confirman este panorama: en los primeros nueve meses del año, la producción textil cayó 19 por ciento interanual. Mientras en prendas de vestir, cuero y calzado, la contracción llegó al 10,5 por ciento. Se trata de un retroceso generalizado, tanto en productos de mayor elaboración como en insumos básicos de la cadena. Es un giro de 180° respecto de la coyuntura que atravesaba el sector dos años atrás.

El aluvión importador a precios de dumping

La clase media, principal demandante de indumentaria y calzado, vio erosionado su ingreso real a niveles que impactan de lleno sobre el consumo masivo. Asimismo el atraso cambiario que promueve el modelo económico del Gobierno genera un abaratamiento relativo de las importaciones que acaban sustituyendo a la producción local. De allí el fenómeno de las plataformas como Temu y Shein que son furor en la clase media y alcanzan niveles tres veces más altos que en el pasado. El dólar barato “incentiva viajes y compras en el exterior, abarata importaciones y desalienta exportaciones”, subrayaron desde la fundación.

El ingreso de productos textiles del exterior alcanzó niveles nunca vistos. Entre enero y octubre de 2025, las importaciones del sector (hilados, tejidos planos y de punto, confecciones, indumentaria y otros rubros) crecieron 89 por ciento en toneladas en comparación con igual período de 2024. Pero el dato más relevante no es solo la cantidad, sino el precio: el valor FOB promedio se ubicó en 4,36 dólares por kilo, el mínimo de los últimos diez años, un indicio de subfacturación y dumping que desplaza directamente a la producción local.

Es que en paralelo, el Gobierno desmontó mecanismos estatales de control al comercio exterior, como la eliminación de valores criterio, desarticulación del canal rojo, flexibilización del etiquetado y la declaración de composición, entre otros. El resultado es una “apertura comercial irresponsable” que habilita prácticas de competencia desleal y triangulación del comercio, denuncian.

El costo social: 14.000 puestos de trabajo en riesgo

La sustitución de producción nacional por importados se refleja también en el mapa productivo local. Hasta julio de 2025 cerraron 427 establecimientos textiles, una caída del 7 por ciento del total. Y el empleo acompaña esta tendencia: entre diciembre de 2023 y agosto de 2025, el sector textil, de indumentaria, cuero y calzado perdió 14.000 puestos de trabajo registrados, equivalente al 12 por ciento del empleo formal del rubro. Si además se tiene en cuenta el empleo en negro -que no aparece en las estadísticas oficiales- que también se contrae en tándem con la crisis del sector, la situación es todavía más grave.

La crisis textil expone los efectos de un modelo económico basado en la liberalización comercial, la contracción del mercado interno y la ausencia de políticas industriales. Donde antes había horizonte de expansión, hoy prevalecen la incertidumbre, la capacidad ociosa y un retroceso que amenaza con desmantelar un sector estratégico para el entramado productivo y el empleo urbano.

 

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