No es exageración: la renovación sonora, estilística y estética del rock local de comienzos de los ‘80 no puede prescindir de la mención a Ulises Butrón. En 1980, a los 18 años, impulsó junto a Richard Coleman una de esas agrupaciones que fueron efímeras pero dieron su aporte a lo que estallaría poco después. Es que Siam duró poco pero sirvió como código de identificación con otros jóvenes músicos a los que no representaba el hippismo ni lo progresivo, vertientes imperantes en el panorama de la época; de allí los dos amigos pasarían a integrar Stereotipos junto a un tal Gustavo Cerati, que poco después cambiaría el nombre de la banda a Soda Stereo. Coleman siguió un poco más hasta que Soda cristalizó como trío, pero entretanto también dedicaba sus esfuerzos junto a Butrón en otro proyecto injustamente acusado por la intelligentzia de la época como “plástico”. Junto a las cantantes Isabel de Sebastián y Celsa Mel Gowland (en un proyecto por el que pasarían también el baterista Javier Miranda, el bajista Marcelo Fink y el guitarrista Eduardo Nogueira), lanzaron a la escena a Metrópoli.

Es ciertamente curioso el derrotero de esa primera banda de Ulises Butrón que llegó a grabar: Cemento de contacto (1985) y Viaje al más acá (1986) no solo dejaron hits como “Contractura”, “Mujeres aburridas” –esa canción que las Bay Biscuits solían cantar en los shows de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota– y “Héroes anónimos”, sino también la impronta de una banda con las ideas muy claras. El sonido de Metrópoli fue tan moderno e inspirado como el de coetáneos como Virus, Los Abuelos de la Nada, Fricción o La Sobrecarga, pero sus discos son hoy casi inconseguibles, no fueron reeditados en CD ni relanzados en la fiebre del vinilo. El final de la banda tras su notable segundo disco no detuvo a Butrón, que se convirtió en un guitarrista codiciado por los solistas. Luis Alberto Spinetta lo convocó para darle lugar como uno de los artífices del sonido de Privé, disco rupturista y sí, moderno, en el que el personal estilo de Ulises encontró un ámbito ideal. Al año siguiente, Miguel Mateos lo enroló para integrar su banda de apoyo y grabar el exitoso Atado a un sentimiento, y en 1988 Fito Páez lo integró al equipo que registró su notable álbum Ey!, pero el guitarrista no abandonaba la idea del proyecto propio; por eso recibió los ‘90 con La Guardia del Fuego, proyecto forjado junto a Miranda, el bajista Marcelo Vaccaro y el guitarrista Oscar Reyna. La Guardia se dio el gusto de girar con Fito (Butrón también participó de El amor después del amor), telonear los shows de Peter Gabriel y Guns N’Roses y dejar dos buenos discos –Primera vista, de 1993; Perro malo, de 1994–, hoy también difíciles de conseguir.

Promediando los ‘90, sin embargo, Ulises desactivó a la banda y armó esporádicos proyectos solistas. María Gabriela Epumer, por entonces su pareja (con quien ya había participado de Montecarlo Jazz Ensamble, ese delicioso cruce argento entre el jazz, el rock y el hip hop), integró su primera banda, con el aporte del tecladista Matías Mango y una mayoría femenina expresada por la baterista Andrea Alvarez y la bajista Claudia Sinesi. En los años siguientes, sin embargo, el trabajo como sesionista y productor (ejerció esa función en Dos vidas de Fena Della Maggiora y De qué se ríen? de Fabi Cantilo, entre otros), problemas con el alcohol –el mismo señaló en algunas entrevistas sus luchas por desintoxicarse–, los recurrentes vaivenes de crisis argentinas, conspiraron contra su deseo de una actividad más intensa. En 1997 lanzó su primer disco solista, Viajero; tres años después grabó el inédito Mal de época con una banda bautizada Indigo; en 2007 armó Triangular, un trío junto a Ricky Sáenz Paz (Los 7 Delfines) y Aitor Graña (Juana La Loca) con el que registró Volumen 1. pero al cabo el último registro fue también con su nombre al frente: coproducido por Tweety González para su sello Twitin Records en 2015, Lejos integró canciones que Ulises tenía guardadas de larga data con otras más recientes, con la compañía de Tweety, Andrea Alvarez y el bajista Lonnie Hillyer e invitados como Coleman, Marcela Chediak, Reyna y Litto Nebbia. Su socio desde Siam, además, le reservó un lugar en Siberia Country Club (2011), su primer disco solista, donde incluyó la bella “Escarabajo”.

Pero la labor de Ulises  Butrón no se quedó exclusivamente en lo musical: en 2001, cuando el país era tierra arrasada, fue uno de los ideólogos e impulsores de la Unión de Músicos Independientes (UMI), el ente que al día de hoy –ahora con el valioso aporte del Instituto Nacional de la Música– sigue batallando por mejores condiciones para quienes se encuentran en los márgenes del gran negocio. Es que, gracias a aquella película y aquel hit, Ulises Butrón supo estar en el centro de las luces del gran mercado. Pero también tuvo claro lo que significaba luchar desde la independencia, pelear por un espacio en un medio que, sin dudas, no supo reconocer lo suficiente su estilo en las seis cuerdas y su sintonía fina para componer canciones tan bellas como “Por piedad”, del primer disco de La Guardia. “Si los años me han hecho insensible al dolor, prefiero morirme ya”, canta allí. Que lo haga en dueto con el vasco Mezo Bigarrena, otro gran artista que ya no está, agrega melancolía a un día triste. El amor será más fuerte, pero el rock argentino perdió a un guerrero.