Por David Cufré

El aumento frenético del dólar de 3,36 pesos en solo tres jornadas, al pasar de 40,14 al record de 43,50 pesos de anteayer, dejó en evidencia la precariedad de la paz cambiaria alcanzada por el Gobierno y el Banco Central con medidas tan nocivas para la economía como la suba de las tasas de interés, una severa contracción monetaria y la profundización del ajuste fiscal. Todo ese andamiaje defensivo fue barrido de un momento a otro con apenas una brisa que vino del exterior por movimientos  especulativos de fondos internacionales, que sacaron capitales de mercados emergentes de América latina y otras regiones para llevarlos a China y Europa. Como en el cuento infantil, la casa construida con paja por Guido Sandleris y Nicolás Dujovne se voló sin que los lobos financieros tuvieran necesidad de soplar demasiado. Al quedar expuestos, la respuesta fue más de lo mismo: aumentar en casi siete puntos la tasa de las Leliq, para llevarla hasta el 59 por ciento. Es decir, volvieron a armar la casa de paja y se sentaron a esperar. No es difícil prever que esa tasa volverá a quedar corta en cuanto los mercados aprieten de nuevo con cualquier excusa, ya sea por factores externos o locales, empezando por la incertidumbre política de la carrera electoral.

Al Banco Central le llevó cuatro meses y medio bajar la tasa de interés desde el máximo de 74 por ciento al 43,9 del 14 de febrero. Desde entonces, en apenas quince días perdió la mitad del camino recorrido, hasta regresar al 59 por ciento. No es una señal tranquilizadora cuando restan cinco meses y medio para las PASO y entre tanto se irán desarrollando comicios en más de la mitad de las provincias del país. El sacudón cambiario de esta semana expuso los riesgos enormes que enfrenta la Argentina con la estrategia de sometimiento a los mercados financieros que aplican las autoridades nacionales y del BCRA desde el mismo momento que Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada. A esta altura, esa política irresponsable e ineficiente dejó al país de cara a peligros mayúsculos como una nueva hiperinflación con depresión económica, si finalmente los diques de contención son superados, mientras que el escenario optimista es que los precios suban 35 puntos en el año y el PIB caiga 1,5 por ciento.

El fracaso del modelo económico de Cambiemos no sorprende a quienes tienen un mínimo de memoria, dado que el proyecto de valorización financiera ya hundió a la Argentina con Martínez de Hoz en la dictadura y con Domingo Cavallo con Menem y De la Rúa. Quienes esperaban que esta vez fuera distinto vuelven a chocarse con la realidad, dejando un tendal de víctimas entre las mayorías populares que en muchos casos no alcanzan a advertir quiénes son sus verdugos y los vuelven a votar. El Gobierno y buena parte de la “oposición” que acompañó sus políticas habían prometido que después de arreglar con los fondos buitre habría una lluvia de inversiones que traería crecimiento y bienestar. Esa capitulación inicial ante el poder financiero y el resto de las medidas adoptadas para congraciarse con los mercados, como habilitar la libre entrada y salida de divisas del país y permitir la compra irrestricta de dólares, solo dieron lugar a negocios fabulosos para los especuladores. Para la economía productiva ese plan resultó ser veneno, cuyas consecuencias se advierten a cada paso con despidos masivos, suspensiones, caída del consumo, cierre de empresas y demás calamidades que seguirán ocurriendo, y cada vez en forma más grave, mientras las políticas sigan siendo las mismas que condujeron a esta situación.

La última vez que la tasa de las Leliq había estado en 59 por ciento fue el 7 de enero, con un dólar que en ese momento cotizaba a 38,40 pesos. Ahora el Banco Central debió volver de urgencia a ese nivel de intereses para frenar al dólar en 42,20. La mesa está servida para que los financistas se hagan un festín. Como el FMI le impuso al Gobierno que no puede intervenir vendiendo dólares cuando la cotización se ubique dentro de una franja que hoy se encuentra entre 39,40 y 50,10 pesos, la principal herramienta que tiene el BCRA para intentar domar al dólar es ajustar la tasa. Así, con las cartas marcadas, el mercado presiona al Central forzando una suba de la divisa y luego le arranca el reconocimiento de intereses cada vez más altos. Es una dinámica también conocida en la historia económica nacional. La carrera dólar-tasa tuvo un final aterrador en 1989, cuando no hubo intereses que alcanzaran y la corrida cambiaria terminó por llevar al desastre de la mega devaluación y la hiperinflación. En el proceso, sectores financieros obtuvieron rentabilidades extraordinarias y actividades productivas sufrieron, como ahora, el apriete de esa soga que los va dejando sin oxígeno.

La nueva suba del dólar y de las tasas agravará el cuadro recesivo y de alta inflación que se instaló hace ya casi un año, cuando se produjo la primera corrida cambiaria a fines de abril de 2018. Desde entonces, el mejor resultado en materia de precios tuvo lugar en mayo de ese año, con una inflación del 2,1 por ciento. Después se encadenaron aumentos del 3,7 por ciento en junio, 3,1 en julio, 3,9 en agosto, 6,5 en septiembre, 5,4 en octubre, 3,2 en noviembre, 2,6 en diciembre y 2,9 en enero de este año. Para febrero se anticipa un alza del índice de precios cercana al 4 por ciento, en tanto que marzo tendrá un piso del 3 por ciento y habrá que ver adónde va a parar el dólar para conocer el resultado final. La dolarización de tarifas de servicios públicos y combustibles dispuesta por el Gobierno, en línea con el reclamo de privatizadas y petroleras, retroalimenta el problema, ya que cada salto del billete verde se traduce en puntos extra de inflación.

Las posibilidades de recuperación económica en este contexto se desvanecen. La única expectativa del Gobierno es por la mejora de la cosecha respecto del año pasado, cuando la sequía golpeó a la actividad. Pero ni siquiera eso asegura que el Banco Central podrá disponer de los dólares de la liquidación de exportaciones del sector, dado que crecen las actitudes especulativas de productores y cerealeras a la espera de una mayor suba del dólar. En el primer bimestre, según datos de las cámaras empresarias, la liquidación de divisas bajó 6,5 por ciento respecto de igual período del año pasado, desde 3257 millones a 3046 millones de dólares. Ahora, en un escenario de mayor tensión, la predisposición de los ruralistas a entregar las divisas seguramente irá en descenso.

La agonía económica que está haciendo padecer el Gobierno a los argentinos no terminará en tanto persista con sus políticas de ajuste, tarifazos, dependencia de los capitales especulativos e inestabilidad cambiaria. Es un plan que a las mayorías populares las deja sin paz.

Fuente: Página 12

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