Lo dice Roberto (40) quien, junto a su esposa, sufrió una feroz “entradera” en su casa de Avellaneda 3200.

Por Danilo Chiapello

La noche del domingo, Roberto (40) y su esposa (de 37 años) pensaron que la mejor manera de terminar la jornada era con una salida a cenar y un paseo.

Siguiendo este plan, los esposos disfrutaron su momento de esparcimiento que se extendió más allá de la medianoche, momento en que decidieron regresar. Claro que lo que nunca sospecharon fue la terrible experiencia que los estaba esperando justo en su domicilio de Avellaneda 3200 de Santo Tomé.

La trampa

“Eran cerca de la 1.30 cuando llegamos a casa. Entramos y nos pusimos a esperar a mi hijo que tenía que llegar. En eso tocan el timbre y yo abrí la puerta pensando que era mi hijo. Fue mi peor error, comentó Roberto .

Pese a trabajar como guardia de seguridad privada, el dueño de casa no pudo advertir que había caído en una trampa. Porque del otro lado de la puerta no estaba su hijo: se encontró con dos sujetos, uno de los cuales cubría su rostro con una capucha.

Golpes y sangre
“De un empujón me metieron para adentro. Y segundos después, sin darme tiempo a nada, me dan un tremendo golpe en la cabeza con la culata de un arma de fuego. Por el impacto, me caigo al suelo y veo que empiezo a perder mucha sangre”, prosiguió.

“En eso el otro malviviente le apunta con un arma a mi esposa y le saca la cartera. A mí me piden la billetera y se la doy. Les dimos todo lo que teníamos, pero los tipos gritaban que querían más”, recordó.

“Estaban drogados”
La pesadilla de este matrimonio se prolongó durante varios minutos, mientras estuvieron a merced de los delincuentes.

“Yo pensé que nos iban a matar porque estaban drogados al máximo. Me di cuenta de eso porque no entraban en razones. Te hacían preguntas pero no escuchaban nada. Ante cualquier cosa querían romper todo”, señaló.

“Una vez que se fueron, llamamos al 911 y enseguida vino la policía. Cuando vieron el estado en el que estaba, los policías me dijeron que había que ir rápido a un hospital. Como pude me subí a mi auto y conduje hasta el Samco, mientras el patrullero iba adelante abriendo camino.

“Llegué con mis últimas fuerzas porque ya sentía que me iba a desmayar. Igual me preocupa el estado de mi esposa. Ella sufre de presión y quedó muy mal con todo eso. Ahora no quiere ver a nadie, ante cualquier persona se asusta. No sé si se va a poder recuperar”, culminó.

Fuente: El Litoral

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