Carlos Saúl Menem fue un líder popular que hundió a la Argentina en el subdesarrollo bajo el espejismo de la “modernización”. Tan carismático como pragmático, accedió a la presidencia con promesas de salariazo y revolución productiva que pronto incumplió con la fe de los conversos. Uno de sus primeros actos de gobierno anticipó el rasgo entreguista de su gestión: le dio la llave del ministerio de Economía a la multinacional cerealera Bunge y Born.

Por Adrián Murano / El Destape Web

Menem fue electo en la Argentina en 1989, en paralelo al surgimiento del Consenso de Washington que impuso en occidente la doctrina neoliberal.

El concepto fue acuñado por el economista británico John Williamson en un artículo donde enunciaba una serie de medidas de estabilización y ajuste de las economías tuteladas por instituciones con sede en Washington: el FMI, el Banco Mundial, la Reserva Federal y el gobierno de EE.UU., entronizado como gendarme global tras la disolución de la Guerra Fría.

La doctrina neoliberal impulsaba un paquete de políticas económicas: la “lucha” contra el déficit público por la vía de reducción del “gasto”, las “reformas” para reducir la progresividad impositiva, la privatización de empresas públicas, la liberalización del comercio y de los mercados de capitales, la libre circulación de capitales y la desregulación de los mercados laborales.

Menem tradujo el decálogo del Consenso de Washington en leyes cuyas consecuencias se perpetúan. La ley de Reforma del Estado -que le dio marco a las privatizaciones- y el Decreto de Desregulación de 1991 sirven como muestra de la vigencia del legado menemista.

En tiempos donde la Argentina busca desesperadamente contener la inflación con pactos de precios y salarios, impresiona repasar las herramientas que perdió el Estado con aquel DNU. A saber:

-Junta nacional de Carnes

-Junta Nacional de Granos

-Dirección nacional del azúcar

-Comisión reguladora de la yerba mate y del Mercado consignatario nacional de yerba mate

-Mercado de concentración pesquero de Mar del Plata

-Instituto Nacional de la Actividad Hípica

-Instituto Forestal Nacional

Pero además de eliminar los entes reguladores -que hoy servirían para que los pequeños productores perciban el precio que les corresponde, como explicó en un hilo de Twitter la economista Julia Strada-, el decreto suprimió todo cupo o limitación cuantitativa a importaciones y exportaciones, concesionó el Mercado de Hacienda de Liniers, desreguló la comercialización de medicamentos y del transporte automotor de cargas por ruta, que tuvo la destrucción de los ferrocarriles como efecto colateral. “Ramal que para, ramal que cierra” fue una frase representativa de la época.

La “modernización” neoliberal que ejecutó Menem aceleró los procesos de destrucción productiva y financiarización de la economía iniciada por la dictadura. La continuidad entre el régimen de facto y el menemismo quedó sellado por el indulto a los genocidas y la impunidad de los cómplices civiles que amasaron sus fortunas con sangre. El Clan Macri, cuyo primogénito Mauricio intentó continuar con la obra de Menem, fue uno de los beneficiados.

Los shoppings que brotaron en los noventas sirven como símbolo del espejismo “modernizador”: las luces de los grandes centros comerciales deslumbraron a sectores de clase media subyugados por el consumismo financiado con deuda pública, al tiempo que destruyó millones de comercios de barrio, industrias, empleos y vidas.

La hoy mentada “estabilidad económica” de los noventa era la paz de los cementerios. Las estadísticas son contundentes. En la década menemista el desempleo trepó del 7 al 13 por ciento entre los trabajadores formales y explotó la precarización laboral, se potenció la desigualdad y la pobreza alcanzó al 40 por ciento de la población. Pero el desastre no cesó con la finalización del mandato: las políticas implementadas en los noventas impusieron una matriz que sige provocando daño hasta estos días.

Las políticas de Carlos Menem impusieron la matriz de inequidad social, destrucción productiva, vaciamiento estatal, financiarización económica, cipayaje, impunidad y justicia basura que, con matices y altibajos, aún rige en la Argentina.

 

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